El Mosca, llamado oficialmente durante la guerra I-16, y Rata por los nacionales, fue considerado como el mejor caza del Ejército del Aire de la República española durante la Guerra Civil. Fue uno de los aparatos más utilizados en la batalla por la defensa de Madrid. Los nacionales tenían, además de algunos aparatos de fabricación nacional, la ayuda de aviones alemanes e italianos. Parece que una de las bases estaba en una pista situada en Campo Real, donde actualmente la Comunidad de Madrid pretende construir un nuevo aeropuerto para la región.
El Mosca volvió ayer a volar por los cielos de Madrid. Esta vez fue en misión de paz. Fue uno de los protagonistas de la Guerra Civil española. La Fundación Infante de Orleáns (FIO), un grupo de locos fascinados por los aviones, lo quería tener entre sus joyas y tras muchos esfuerzos lo ha logrado. Ayer, después de algunos vuelos de prueba, se estrenó en una de las clásicas exhibiciones que la fundación organiza los primeros domingos de cada mes en Cuatro Vientos.
El Mosca, llamado oficialmente durante la guerra I-16, y Rata por los nacionales, fue considerado como el mejor caza del Ejército del Aire de la República española durante la Guerra Civil. Fue uno de los aparatos más utilizados en la batalla por la defensa de Madrid. Los nacionales tenían, además de algunos aparatos de fabricación nacional, la ayuda de aviones alemanes e italianos. Parece que una de las bases estaba en una pista situada en Campo Real, donde actualmente la Comunidad de Madrid pretende construir un nuevo aeropuerto para la región.
Carlos del Valle, presidente del FIO, y su equipo, con el gerente Daniel Gallego, han trabajado durante casi ocho años para lograr esta joya de la historia de la aviación española. Su vuelo pudo ser presenciado ayer por más de mil personas que acudieron a la exhibición mensual de la fundación.
El aparato que está en los hangares de Cuatro Vientos fue construido en 1937 y parece que tuvo que hacer durante la Segunda Guerra Mundial un aterrizaje forzoso en un bosque ruso. Los restos se llevaron a Nueva Zelanda, donde se construyeron cinco aparatos. Tres se vendieron en Estados Unidos y los otros dos se quedaron en Nueva Zelanda, donde acudió la fundación a comprar uno. Después de una concienzuda reparación ya vuela, esta vez en misión de paz.
Durante la guerra, informa Efe, llegaron casi 300 unidades desde la Unión Soviética y se fabricaron en España otras 50 más. Ningún aparato fue conservado al terminar su servicio en el Ejército del Aire, en 1953, algo incomprensible, pero normal en un país con poco respeto por la Historia.
El avión está pintado con sus colores originales -verde oscuro y la bandera tricolor en el timón de cola- y el emblema -el seis doble- de uno de los ases de la aviación republicana, José María Bravo. Ayer fue un día inolvidable para Bravo, quien, con cerca de 90 años, asistió a la presentación oficial.
La Historia atribuye a Bravo casi 30 derribos en su dilatada carrera como aviador. El piloto republicano inspeccionó punto por punto la restauración del avión antes de volver a escuchar el rugido de su motor, de casi 1000 caballos de potencia. La Fundación Infante de Orleans cuenta con una valiosa colección de aviones históricos tanto civiles como militares en perfecto estado de vuelo y realiza exhibiciones abiertas al público los primeros domingos de cada mes en Cuatro Vientos.
Los aparatos históricos de la FIO se integrarán en el nuevo museo de aviación que se construirá en Getafe con el apoyo del Ayuntamiento de la ciudad que preside Pedro Castro. Ya se han firmado acuerdos y los aviones serán parte de la muestra de este museo que ha diseñado Norman Foster.
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