CT_Nemo escribio:
Primero que todo se debe aclarar que a diferencia de otros países donde de hecho hay unidades especiales que estando así entrenadas asumen el nombre del principal curso de combate que se da en el país, en Colombia no hay Compañías o Batallones de Lanceros, sino oficiales y suboficiales que, habiendo hecho el curso en sus diferentes modalidades, se consideran especialistas y se espera de ellos que sean multiplicadores de sus conocimientos en las unidades a las que sean asignados. Hecha esta precisión pasó a adjuntar una reseña sobre la Escuela de Lanceros del Ejército de Colombia.
Escuela de Lanceros:
Un segundo de decisión, una eternidad de gloria
“Ser Lancero es hacer de la vida un regazo de patrio sentir, es vivir con el alma encendida en deseo de amar y morir...”
El bello paisaje del amazonas recibió a los alumnos de los cursos de lancero 283 y 284 con un atardecer majestuoso, un cielo de mil colores acompañado por el canto de las aves y casi 30 grados de temperatura. El viaje, que tradicionalmente se hacía en un Hércules de la Fuerza Aérea, se realizó esta vez en un vuelo comercial. Fue el único contacto que los lanceros, jóvenes Oficiales y Suboficiales de las tres fuerzas, tuvieron con la civilización durante el desarrollo del curso.
Estaban allí para realizar la fase de selva de un entrenamiento que ya llegaba a las ocho semanas, y que se convertía en el requisito principal para obtener el distintivo que con orgullo portan los lanceros, dignos herederos de ese grupo de valientes y aguerridos soldados que decidieron la batalla del Pantano de Vargas en la campaña libertadora, y que aún hoy son honrados por los hombres de armas.
Pese a la hora, los visitantes fueron recibidos por el comandante de la Brigada de Selva No. 26, el señor General José Joaquín Cortés, quien habló a los asistentes sobre la dimensión del desafío terrorista que se cierne sobre Colombia y ofreció un detallado análisis de la zona, en donde a través de ese cordón umbilical que es el río Amazonas, la tierra colombiana se encuentra con los primeros pueblos de Brasil y Perú.
Cuando ya la noche había caído con toda su imponencia sobre la última ciudad al extremo sur de Colombia, el grupo entero se embarcó en botes de la unidad de guardacostas de la Armada Nacional rumbo al fuerte Amazonas II, el hogar que los recibiría por dos semanas. Durante el viaje de casi 30 minutos el cielo bellamente iluminado por millones de estrellas y el vaivén de las pequeñas olas iban preparando a los viajeros para conocer esta tierra, entre inhóspita y hermosa, pero sin duda llena de magia.
El Fuerte, creado hace tres años como sede de la última y más exigente fase del curso de lanceros, es una majestuosa construcción de madera en la ribera del río. El pabellón nacional ondea majestuoso en la plaza de armas, y junto a él la bandera de la escuela con los colores de las cuatro armas: infantería, caballería, artillería e ingenieros.
Cada curso, de cuarenta y ... alumnos –nunca se sabe hasta el final cuantos lograrán terminar el entrenamiento- se encuentra bajo las órdenes directas de un Oficial, a quien llaman ‘Táctico’, y su ayudante, quienes permanecen con ellos desde que se levantan hasta que se acuestan, están pendientes si alguno se enferma, los conocen por su nombre y saben quién es bueno y quién no tanto para cada prueba.
Esta función la cumplen en esta ocasión los tenientes Carlos Tamayo y Gerardo Avilán. Ellos serán recordados toda la vida por sus lanceros, y aunque en el primer momento pueden parecer rudos, son quienes los animan para no desfallecer. El lazo que los une es tan fuerte que años después, el lancero sigue recitando el nombre de su táctico como si fuera el de su padre.
La primera noche en el fuerte Amazonas II los lanceros se acuestan pasada la una de la mañana, descansarán dos horas y antes del amanecer estarán de nuevo en pie para continuar con su entrenamiento. Están a dos semanas de cumplir el reto: obtener el distintivo de lancero. Casi dos meses atrás eran 108, pero poco a poco la exigencia del curso ha causado 19 retiros. Los demás aún conservan la esperanza.
La fase de selva
Las notas del Himno Nacional marcan las seis de la mañana en el fuerte. Los lanceros hace tres horas están levantados. Ya desayunaron y se disponen a partir hacia las áreas de instrucción, donde recibirán entrenamiento en lectura de cartas, sanidad, asalto aéreo, comunicaciones y, por primera vez, pasarán la pista de equilibrio, una de las más difíciles del curso.
A esta altura se podría pensar que el lancero está preparado para lo que va a afrontar: en poco más de siete semanas de entrenamiento ha aprendido a soportar el sueño, el cansancio, el dolor muscular y el hambre. Sin quejarse. Sin decir una sola palabra. Todo mientras aprende los conocimientos que lo llevaran algún día a liderar a un grupo de hombres hacia la victoria. Sin embargo, si alguien cree que estas dos semanas serán fáciles, es porque nunca ha presenciado la fase de selva.
Aquí no hay un minuto de descanso. Salvo contadas excepciones, deben portar su equipo -que puede pesar entre 25 y 30 kilos- y su dotación, un fusil, proveedores y municiones. Mientras reciben sus clases, estos hombres procuran mantenerse despiertos en medio de los mosquitos, el calor y el agotamiento.
Antes de comenzar, el instructor, subteniente Antonio Ortegón, les recuerda cuál es la razón de su lucha y reflexiona sobre los principios y valores que caracterizan a los soldados del Ejército. Es la materia de asalto aéreo, en la que los alumnos aprenderán cómo preparar un área para utilizarla como helipuerto. Así se recrea una de las situaciones que tendrán que sortear cuando en medio de una zona de vegetación tupida requieran apoyo de helicópteros, bien sea para evacuar a algún soldado herido, enfermo o para recibir tropas y suministros de víveres.
Como ésta, cada una de las materias tiene su razón de ser. En sanidad aprenden a prevenir, reconocer y atender las enfermedades que más afectan a los soldados en este tipo de clima. En lectura de cartas practican cómo orientarse en medio de la selva utilizando la brújula, ya que los geoposicionadores no funcionan por la espesura de la vegetación. Y en comunicaciones se ejercitan en el uso de los equipos que permitan tener contacto permanente con sus unidades y superiores.
Todos los conocimientos que reciben los lanceros son utilizados en situaciones que día a día viven los Oficiales y Suboficiales que se encuentran en operaciones. Y de ahí también viene la retroalimentación, pues la Escuela adopta como doctrina las experiencias que se obtienen en el campo de combate.
Es un trabajo que se realiza conjuntamente con la Jefatura de Educación y Doctrina del Ejército, en el que una comisión analiza detalladamente las lecciones aprendidas y las incorpora al entrenamiento que reciben los lanceros. Por ejemplo, por experiencias anteriores se sabe que los terroristas utilizan los árboles para instalar trampas explosivas, por esto, dentro de las normas de disciplina del curso está que los alumnos no pueden tomar frutos.
Al caer la tarde llega el turno de pasar la pista de equilibrio. Uno tras otro, los lanceros van probando suerte en los obstáculos que medirán la confianza en sí mismos. Deberán caminar sobre maderos horizontales, verticales, inclinados, por escaleras. Descender abrazados a un tronco. Cruzar un puente que se desliza y rueda entre el lodo. Atravesar una ventana sin tocarla a dos metros de altura. Subir y bajar por vigas que sólo tienen unas pequeñas cuñas para apoyar los pies. Saltar sobre un pozo de agua fangosa. Enterrarse hasta las rodillas en el lodo.... y comenzar nuevamente.
Con cada repetición los obstáculos se van haciendo más resbalosos, más difíciles de cruzar, pero el lancero no se rinde, o como dice en un muro en las instalaciones de la escuela: “Para el lancero no existe la palabra imposible”. Al salir de la pista el camuflado ha perdido sus manchas características, para convertirse en una tela empapada y recubierta de lodo.
Así termina la instrucción del primer día de esta fase, pero aún falta mucho para que los alumnos puedan irse a descansar. Después de comer seguirán con sus labores administrativas, que los mantendrán despiertos hasta pasada la media noche.
En el segundo día los cursos alternan materias y quienes en la jornada anterior recibieron instrucción de asalto aéreo, comunicaciones y sanidad hoy realizan la práctica de lectura de cartas. Iniciando la clase y el sargento Marengo, instructor de la materia, presenta al personal que lo acompañará durante el ejercicio. De pronto a lo lejos se escucha una voz: -¡Por fin! ¡Los encontramos, Pepe, los encontramos! Ante la mirada asombrada de los alumnos, aparece entre los árboles un joven con el pelo enmarañado, barba, la ropa hecha jirones y un pequeño mico en el hombro.
El raro personaje se lanza a los pies del instructor, quien le pregunta su identidad. -¡Soy alumno del curso 235! Me acuerdo que estaba en la fase de selva en La Tagua, no puse atención en la clase de lectura de cartas y por eso me perdí. Durante el ejercicio me separé de mi lanza y me acosté a dormir en un árbol. Cuando desperté estaba solo. ¡Desde entonces sólo mi mascota Pepe me acompaña en las noches de soledad!. Por medio de esta pequeña dramatización, el instructor les recuerda a los alumnos la importancia de la orientación en la selva.
En la tarde, nuevamente los alumnos se enfrentan a la pista de equilibrio, pero esta vez tienen una dificultad adicional: deberán hacerlo portando su armamento. Esta no será la última vez que crucen la pista. Falta todavía el cruce en la oscuridad, que se realiza en la noche, y el cruce con armamento y equipo.
La tercera jornada trae un grado de exigencia mayor. A corta distancia del fuerte se encuentra la isla Ronda, ubicada en medio del río Amazonas, donde se lleva a cabo la instrucción de supervivencia. Allí llegan los lanceros para recibir conocimientos sobre los animales, plantas y frutos que podrán encontrar en la selva, y cómo utilizarlos para sobrevivir. Durante esta instrucción los lanceros prueban el mojojoy, un gusano de color crema que crece en los troncos de las palmas y que los instructores llaman ‘camarón de selva’. El problema es que deben comerlos vivos.
En la isla permanecen tres días poniendo en práctica lo que han aprendido hasta ahora. También realizan un ejercicio con presión simulada del enemigo, en el que tienen que resolver situaciones a las que comúnmente se enfrentan los militares que se encuentran operando en regiones de selva.
La última, y quizá una de las pruebas más duras de la fase, es la tradicional ‘marcha de la muerte’. Un trayecto de 36 kilómetros desde el fuerte hasta la ciudad de Leticia, que los lanceros deben recorrer con su equipo y armamento, al hombro.
Lealtad, valor y sacrificio
“Lealtad, valor, sacrificio: tres palabras que yo llevo ante mí. Soy lancero y me llama el servicio, ya me voy por mi patria a morir”. El lancero vive cantando o recitando todo el día esta oración; es su forma de animarse para cumplir los requerimientos que le exige el curso.
En estas tres palabras está contenido su lema y su honor: lealtad, no solamente con los superiores, sino hacia los compañeros, subalternos, la institución y la Patria; valor, para enfrentar todas las situaciones imprevistas que se presenten en el terreno; y sacrificio, para anteponer las necesidades de la fuerza a las particulares.
Ser lancero es un honor y un reto para cualquier militar. Portar en el pecho la lanza que los distingue es prueba de su coraje, de su liderazgo y su capacidad para enfrentar al enemigo y salir vencedor. Son hombres forjados con disciplina, con entrenamiento firme y voluntad de hierro para entregar hasta la última gota de su sangre en la misión que les confían sus superiores. Ellos son el aporte de la escuela al Ejército para combatir el terrorismo que amenaza a la nación.
A eso se encamina el entrenamiento que se cumple en dos fases: preparatoria y complementaria. La primera, que tiene una duración de dos semanas, se dedica a la preparación física, técnica y sicológica. Allí se ven materias como sanidad, comunicaciones, armamento, tiro, planeamiento, todo lo necesario para un comandante en el área de operaciones.
Posteriormente, el alumno pasa a una etapa llamada REES, que significa resistencia, evasión, escape y supervivencia, en la que el lancero es entrenado para resistir, escapar y sobrevivir a situaciones de cautiverio o secuestro, en donde la preparación sicológica es fundamental. Esta fase se realiza con el propósito de que los alumnos aprendan cómo enfrentar y superar las circunstancias de un cautiverio, mientras se solidarizan con sus compañeros de armas que aún permanecen secuestrados.
La segunda parte del curso, llamada fase complementaria, contiene la subfase de fundamentación táctica, con una duración de tres semanas en el Centro de Entrenamiento de Lanceros, en la base militar de Tolemaida; y la subfase de pelotón que se realiza en el área de Icononzo, Tolima, donde ponen en práctica los conocimientos aprendidos en otro tipo de terreno más montañoso y con clima medio.
Al finalizar la séptima semana, los alumnos e instructores viajan al fuerte Amazonas II para realizar la subfase de entrenamiento en selva, que les dará las herramientas necesarias para operar en el sur del país, región en la que actualmente se concentra gran parte del esfuerzo operacional del Ejército.
Durante los dos meses y medio que dura el curso, el lancero también debe demostrar su seguridad y valentía en las llamadas pruebas de confianza: el salto a lo desconocido, que se realiza con los ojos vendados sobre el río Magdalena; el salto del puente sobre el río Sumapaz, en la vía que lleva a Melgar; y los saltos de la polea y de la roca, sobre el mismo río, en el llamado pozo de los lanceros.
Según el Teniente Coronel Luis Danilo Murcia, Comandante de la Escuela, estas pruebas son etapas que los lanceros deben vivir porque tienen un alto valor sicológico, pues les ayudan a superar el miedo, a fortalecer su espíritu y a afianzar la seguridad en sí mismos.
En este momento, con los conocimientos que ha adquirido, el alumno se ha convertido en un combatiente íntegro, capaz de afrontar y sortear exitosamente todas las situaciones adversas que se le presenten en el desarrollo de operaciones de guerra irregular, y lo más importante, un líder capaz de conducir a sus hombres hacia la victoria en el campo de combate.
Cincuenta años de historia
La escuela, alma mater de los Lanceros de Colombia, fue creada el seis de Diciembre de 1955, ante la necesidad de preparar a los combatientes en técnicas de combate irregular para hacer frente a las nuevas modalidades de lucha que utilizaban los grupos ilegales.
Con ese objetivo el Comando del Ejército envió ese año a un grupo de oficiales a Fort Benning, Estados Unidos para adelantar el curso de Ranger, que era considerado en ese momento el más indicado para la adquisición de la técnica de combate irregular, donde se les capacitaría como comandantes de pequeñas unidades para el cumplimiento de misiones especiales.
Con las técnicas y tácticas aprendidas, sumadas a las experiencias obtenidas en el terreno, se formaron los primeros instructores de la Unidad. En los primeros años la escuela entrenó Alféreces, Subtenientes y Sargentos del Ejército y algunos Oficiales y Suboficiales de Infantería de Marina, con el propósito de difundir la doctrina apropiada para contrarrestar la modalidad de combate imperante.
Gracias a la efectividad lograda en la práctica por sus egresados, la fama del curso traspasó las fronteras patrias interesando a las fuerzas militares de otros países, y en 1966 se realizó el primer Curso Internacional de Lanceros, a solicitud de agregados militares acreditados en Colombia.
Desde entonces se ha contado con la asistencia de Oficiales y Suboficiales de Estados Unidos, Venezuela, Perú, Panamá, Honduras, Chile, España, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Bolivia, República Dominicana, México, Brasil, Uruguay, Francia y Argentina.
A través del tiempo la doctrina se ha ido alimentando de las experiencias obtenidas en las operaciones, incorporando materias como combate nocturno, en páramo, montaña, llano y selva, con el fin de mejorar las condiciones que deben tener todos los soldados para maniobrar en diferentes tipos de terreno y lograr una elevada capacidad de combate en las unidades y efectividad en el planeamiento y la conducción por parte de los comandantes.
En 1987, ante la necesidad de capacitar al personal para el combate de selva se construyó el primer fuerte Amazonas en el municipio de Puerto Leguízamo, Putumayo, el cual se constituyó en centro de instrucción para la fase de selva y orgullo de la escuela. Sin embargo, el Comando del Ejército dispuso en 1996 el cierre del fuerte hasta el año 2002 cuando se inauguró el fuerte Amazonas II en su ubicación actual, a veinte minutos en lancha de Leticia.
Desde su fundación, la escuela ha realizado 284 cursos de lanceros, 43 de ellos de carácter internacional en los que han participado alumnos de 17 países, entre los que se destacan Estados Unidos con 117 representantes, Ecuador con 94, Perú con 31 y Guatemala con 27 participantes.
Más de 10.000 hombres han realizado el curso de lancero durante estos 50 años de historia; hombres que llevan en su pecho la lanza y en su espíritu el honor de pertenecer a esta minoría selecta, líderes que se enfrentan a cualquier reto con el alma plena de valentía, elevando la voz para exclamar: “Un segundo de decisión, por una eternidad de gloria. ¡Lancero!”.
Fuente: Ejército Nacional de Colombia
Sobre la Asociación de Lanceros Interlanza
Julio 10 de 2005
Este martes la Asociación Interlanza cumple 20 años agrupando a los lanceros de América Latina
Agrupa a todos los militares retirados y activos que han hecho el curso de lancero.
En diciembre de 1955, cuando el general Gustavo Rojas Pinilla, entonces presidente de Colombia, decidió comprar la finca Tolemaida, ubicada en la mesa de Limones, en Nilo (Cundinamarca), nació el centro élite de entrenamiento de las Fuerzas Militares en el país: la Escuela de Lanceros.
En este lugar hoy funciona el segundo centro de instrucción militar más grande de América Latina, luego de la base de instrucción militar de Chile.
Sin embargo, solo 30 años después se conformó la asociación que agrupa a todos los combatientes lanceros del país y América Latina: la Asociación Interlanza, que mañana cumple 20 años de funcionamiento bajo la tutoría del general retirado Rafael Hernández López.
Empezando 1956, el general Rojas Pinilla ordenó a la cúpula militar que escogiera a los mejores militares que había en el Ejército para que fueran a Estados Unidos, aplicaran para un curso especializado de combate.
Tras cumplir con las instrucción, los militares colombianos debían regresaran al país y trasladar esos conocimientos a los alumnos de la nueva Escuela.
Sin embargo, la misma realidad colombiana aportó elementos reales a la instrucción y fue así como el curso de lanceros se convirtió en algo excepcional en tema de entrenamiento para los militares colombianos y del hemisferio, al punto que hoy cuenta con alumnos de 18 países del mundo, incluidos Estados Unidos y Francia y todas las naciones suramericanas.
‘Lealtad, valor y servicio’
Los lanceros se convirtieron en la Fuerza Especial del Ejército con entrenamiento en pruebas de supervivencia, técnicas de combate, derechos humanos y un lema: ‘Lealtad, valor y sacrificio’.
La celebración de sus 50 años será a finales de año, pero mañana se conmemorará en la Escuela de Caballería, en Bogotá, los primeros 20 años de Interlanza.
"Nuestra asociación pretende hacer un reconocimiento a los hombres lanceros que han hecho y hacen parte de las Fuerzas Militares, y han engrosado las filas de nuestro Ejército, llevando el distintivo más importante de entrenamiento militar", señala el general Hernández, actual presidente de Interlanza, uno de los oficiales que hace unos años integró la cúpula del Ejército.
Interlanza, informa Hernández, cuenta con 2.300 lanceros asociados.
En la celebración de mañana recibirán el distintivo honorario de Interlanza personalidades del país como el ex presidente Julio César Turbay Ayala y la ex ministra de Defensa Marta Lucía Ramírez.
Así mismo será condecorada la actual cúpula militar y los militares que han sobresalido en elcampo de combate.
La ceremonia será a las 11 de la mañana en la Escuela de Caballería, en el Cantón Norte de Bogotá, con asistencia de los mandos militares y el saliente ministro de Defensa, Jorge Alberto Uribe.
Fuente: El Tiempo