'Flaktürme', las inmortales torres antiaéreas de Hitler que sirven de inspiración para las guerras de hoy
Construidas en seis meses tras el bombardeo de la RAF sobre Berlín en 1940, fueron las responsables de incontables bajas entre las fuerzas aliadas.
Con el paso del tiempo, los arquitectos y los teóricos de la estrategia militar revisitan las viejas fortificaciones en busca de respuestas a los nuevos problemas.
A día de hoy, la utilización de drones y la superioridad de las armas defensivas sobre las ofensivas han generado un nuevo paradigma en el que los búnkeres y las torres de defensa podrían volver a jugar algún tipo de papel en las doctrinas militares.
Las defensas de Verdún, construidas para la Primera Guerra Mundial, serían a día de hoy extremadamente difíciles de atacar, pues como se ha visto en Ucrania, la utilización de armas personales antiaéreas y antitanque hace que un lugar bien fortificado pueda ser defendido con muy pocos hombres, incluso contra tanques, misiles y helicópteros.
Y de entre todas estas viejas fortificaciones, probablemente la más impresionante, y la que mayor vigencia podría mantener, sería la legendaria Flakturm alemana, o torre antiaérea, de la que aún pueden observarse varios ejemplos, puesto que sobrevivieron a la guerra e incluso a la especulación urbanística. Todo un ejemplo de resiliencia.
Cuando en 1940 la fuerza aérea británica lanzó un bombardeo sobre Berlín, Hitler ordenó inmediatamente la construcción de torres para la defensa antiaérea, e incluso participó personalmente en su diseño, aunque el diseñador principal fuese Albert Speer, el arquitecto favorito del régimen nazi, conocido por otras muchas obras.
El proyecto era tan importante, y de tal prioridad, que hasta se alteró el horario nacional de ferrocarriles alemán para dar paso a los trenes que portaban el acero y el hormigón necesario para levantar estas torres, que se concluyeron en seis meses, con la concurrencia, según parece, de abundante mano de obra esclava.
Aunque se empezaron algunas más, o se construyeron diseños derivados, llegaron a construirse ocho Flaktürme completas: tres en Berlín, dos en Hamburgo, y tres en Viena. Típicamente, tenían paredes de hormigón de entre dos y tres metros y medio de espesor, entre cuarenta y setenta metros de base, y entre cuarenta y cincuenta y cinco metros de altura. El techo tenía cinco metros de espesor.
Hablamos de verdaderos monstruos en los que, en lo más duro de la batalla, llegaron a refugiarse hasta treinta mil civiles, pues además de unidades de combate eran también refugios para la población civil, dada su condición de casi indestructibles.
El propósito de su diseño era poder situar cañones antiaéreos por encima de los tejados más altos, de modo que no se generasen puntos muertos. Los cañones antiaéreos utilizados desde estas torres, tenían un alcance de veinte kilómetros y efectos verdaderamente letales cuando se empleaban como cañones antitanques disparando contra tierra.
Originalmente, las torres se diseñaron como parejas, de modo que las torres principales, o G, fuesen siempre acompañadas de torres auxiliares o L, donde se instalarían armas menores y la estación de radio.
La torre G, llamada así por su nombre en alemán Gefechtsturm (Torre de Combate), era la que llevaba el peso de las operaciones militares, y en ellas se instalaban cuatro cañones de 128 mm, y varios grupos de cañones de 20 mm en niveles inferiores. Las torres G podían disparar en 360 grados con una cadencia de más de ocho mil disparos por minuto.
En su diseño, estas torres incluían almacenes, hospitales, una antena de radar, y todo tipo de instalaciones. Inicialmente, la gente no se atrevía a refugiarse en ellas, porque todo el mundo creía que atraerían las bombas y el fuego enemigo, como objetivos militares principales.
De hecho, así fue, pero la enorme cantidad de aviones que perdieron los aliados y los rusos intentando atacar estas torres, sin causarles más daños que apenas unos pocos rasguños, hizo que estos cambiaran de estrategia: en lugar de atacarlas, procuraban quedar lo más lejos posible de su alcance, cosa que era realmente difícil y causaba no pocos problemas operativos.
Como es de todos sabido, los bombardeos masivos devastaron las ciudades alemanas y mataron a millones de civiles, pero estas torres siguieron en pie, y dependiendo de las fuentes se les atribuye el derribo de muchos cientos o incluso miles de aviones aliados, y de daños casi imposibles de evaluar entre las tropas rusas durante su asalto a Berlín.
Los rusos lo intentaron con todo: con ataques aéreos, con artillería, con obuses de enorme calibre y con asaltos directos, pero como los cañones antiaéreos de las Flakturm tenían un mayor alcance y una enorme precisión, gracias a su óptica Zeiss, las bajas entre las fuerzas atacantes eran aterradoras.
Durante la Batalla de Berlín, en abril y mayo de 1945, las torres sirvieron de eje para la defensa de la ciudad. Desde el 26 de abril de 1945, el 3.er Ejército soviético se detuvo frente a la torre antiaérea de Humboldthain, el 5.º Ejército de Choque frente a la torre antiaérea de Friedrichshain y el 28.º Ejército con el 2.º Ejército de Tanques de la Guardia frente a la torre antiaérea del Zoo.
Solo el 8.º Ejército de la Guardia con el 3.er Ejército de Tanques de la Guardia logró penetrar en el centro de la ciudad de Berlín, entre las torres del Zoo y de Friedrichshain. Los rusos intentaron atacarlas constantemente con artillería de todos los calibres, pero sin éxito alguno.
Las torres no pudieron ser conquistadas nunca, y tuvieron que esperar a que acabase la guerra para que los rusos o los aliados pudiesen acceder a ellas.
Las Flaktürme hoy
Algunas de las Flaktürme existen aún en la actualidad. Eran tan difíciles y tan caras de demoler, incluso tras la finalización de la guerra, que se les tuvo que buscar usos alternativos.
La torre número uno, de Berlín, situada en Tiergarten, fue volada y desmantelada. Los trabajos duraron desde septiembre de 1947 a junio de 1948.
Francisco de Goya: 'Fusilamientos del 3 de mayo', 1814. Foto: Museo del Prado
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La torre número dos, también en Berlín, conocida como torre de Friedrichshain, fue volada y desmantelada en 1946. El trabajo también llevó varios meses. Hablaremos de ella más adelante de nuevo.
La torre número tres, en Berlín, situada en el parque de Humboldthain, fue volada parcialmente en 1948, y puede visitarse aún, como museo y como muro de escalada deportiva.
La torre número cuatro, en Hamburgo, erigida en el barrio de San Pauli, fue ampliada en varias plantas y hoy es conocida como Bunker Verde.
La torre número cinco, en el parque Estherhazy de Viena, es hoy Museo de la escalada, casa del Mar, Museo de la Tortura, y múltiples dependencias del ejército austriaco.
La torre número seis, en Wilhelmsburg, Hamburgo, ha sido destinada a varios proyectos de energías renovables, por lo que es conocida como el Búnker de la Energía.
La torre número siete, en Augarten, Viena, sigue prácticamente intacta y es algo realmente impresionante de ver. No he podido determinar qué uso se le da si es que se le da alguno.
Finalmente, la torre número ocho, en el Parque Arenberg de Viena, es centro de exposiciones, depósito de varios museos, y centro de seguridad informática.
Antes de su demolición, pero ya después del fin de la guerra, la torre número dos sufrió un incendio, que se considera el mayor desastre artístico de los tiempos modernos.
En esta torre se habían guardado los depósitos de varios museos para evitar su destrucción durante la guerra, cosa que se había conseguido, pero en este incendio se perdieron aproximadamente 417 obras, de las que 158 eran de arte italiano, 89 de arte holandés, 54 de arte flamenco, 67 de arte alemán, así como muchas otras obras maestras de arte español, francés e inglés.
Se perdieron también otras muchas obras de arte, manuscrito, documentos, etc. Pero como se dijo, la torre resultó intacta y tuvo que ser demolida con enorme esfuerzo.
A día de hoy, y dotadas con las oportunas medidas de guerra electrónica, radares, defensa antimisiles, etc, estas torres seguirían siendo prácticamente inexpugnables, lo que las ha traído a la actualidad en algunos debates especializados más de ochenta años después de su construcción.
La naturaleza humana, lamentablemente, continúa con el viejo enfrentamiento entre armas cada vez más potentes y fortificaciones cada vez más robustas. Ojalá se encontrase el modo de detener esta estúpida competición.
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