Fuerzas de Elite

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NotaPublicado: 22 Jul 2011 10:39 
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NotaPublicado: 23 Jul 2011 16:03 
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[align=justify]Saludos cordiales. Humildemente quiero colaborar en este hilo. Mi relato no habla de Operaciones Especiales, de grandes medios tecnológicos, voy a relatar instantes de viejos guerreros inmortales, que teniendo por bandera ideales y voluntad, se enfrentan a su destino. Espero que os guste.

Sonó un golpe seco en la pared, otro, y en un instante, el endeble muro de yeso y adobe, comenzaba a desmoronarse. La punta de una bayoneta francesa apuntillaba el endeble muro de aquella casa de la “judería”. Los franceses estaban entrando sin remisión, a puro de zapa y mina, habían derribado los débiles muros de las casas externas que daban al río.

Tuvo que ser así, es la única forma de entrar, porque en cada ventana, en cada tejado, en cada tronera, había un zaragozano dispuesto a vender caro el poco pellejo que les quedaba, tras este segundo sitio.

El muro se deshacía, y Pepe miraba absorto, no había salida, estaba en la última habitación de la casa, no había ventana, y junto a él, otros tres buenos zaragozanos, uno del Rabal, otro de la misma judería, y el último un voluntario catalán, que por extrañezas del combate, entre avances y retiradas, había acabado tan acorralado como ellos.

- ¿Que hacemos Pepe? Nos han atrapado en un agujero – Dijo Manolo, el escopetero del Rabal. A todos asustó la palabra atrapado, pero no había otra, habitación tras habitación se habían batido, y habían disparado con sus mosquetes, pistolas, escopetas de caza, y con alguna bomba de mano, pero una sección de tropas francesas habían tomado ese edificio, y ya no quedaba nada que hacer.

- Aquí ni Dios se rinde ¿eh?..., sacamos el cuchillo y las navajas cuando ya no nos quede otra, y al cuello, echaros encima del gabacho, y al cuello…- Dijo Pepe.
- Por España…Por la Virgen del Pilar..- Dijo Francesc el catalán.
- ¡¡¡Por mis hijos!!!...- dijo entonces Manolo ya envalentonado.
El cuarto en la discordia, solo miraba el agujero que ya comenzaba a tener el tamaño de una taza de café, y dijo para sus adentros – Por lo que sea, pero que esto no les salga gratis a esta calaña-.

Retumbó lejano una gran explosión que no dejó a nadie indiferente. Se oyeron gritos, voces, juramentos y maldiciones en las calles, en las casas contiguas - ¡¡¡ Han volado la Iglesia de Santa Engracia!!!..gabachos…mal nacidos… allí …allí…acudamos a frenarlos…que no entren…-

Todo eran voces, griterío, desazón…todo parecía perdido… tanto tiempo aguantando, tanto tiempo manteniendo a raya al gabacho, y ahora todo se desmoronaba.
-¿Qué dicen?..¿es verdad eso?...Virgen del Pilar ayúdanos..- murmuró entre dientes Manolo.

Pepe algo más sereno, pero notando un temblor en su mano, la que blandía una pistola cargada y humeante, y la mano que estaba deseando descerrajar un disparo entre ceja y ceja, a la primera cabeza de gabacho que asomará por el agujero, tuvo un momento de flaqueza. Esto es el fin, acorralados como perros, sin medios, sin apoyos y solos. En ese instante, le vino a la mente momentos del primer sitio, meses atrás, cuando en la explanada del Rey, frente al castillo de la Aljafería, cuando los coraceros franceses a caballo, intentaron entrar por el Portillo, y allí, en ese instante, pegado al muro del Cuartel de Caballería, un zaragozano, junto a otros voluntarios de vete a saber tú, primero descargaros sus fusiles sobre la primera línea de coraceros, que dieron de bruces al suelo, mezclando su sangre con la de sus caballos, y ante ese muro improvisado que frenó la carga de la caballería, y ante la sorpresa de los coraceros de la segunda línea, ellos, los Defensores de Zaragoza, navaja, cuchillo, hacha y palo en mano, saltaron entre el amasijo de bestias y hombres derribados, y se lanzaron a degollar a cuanto coracero quedó frenado.

Fueron minutos, fueron horas, ya no se acordaba, pero todavía sentía la fuerza, el valor, aquel extraño instante, en el que la caballería más poderosa del mundo, quedó frenada a las puertas de una débil ciudad fortificada con tierra, carros de tiro, muebles y muertos, y donde la caballería más poderosa del mundo, fue pasada a cuchillo y escopeteada en el cara a cara más desigual que había conocido la historia.

-Maños… una cosa os digo, muy seguros están estos gabachos de que nos tienen…, pero una cosa es disparar por un agujero a gente que corre, y otra bien distinta es parar este palmo de acero de Albacete que tengo en mis manos.- Dijo Pepe.
Todos entendieron y asintieron, no había salida, no había remedio, pero a veces, por extrañas circunstancias, el hombre puede permitirse el lujo de decidir cómo y cuándo va rubricar su final.

El agujero ya comenzaba a ser lo suficientemente grande como para poder ver, algunos rostros, algunos uniformes, gritos, voces, y sin duda, se podía oler y sentir a la muerte, que se acercaba tranquila, sin prisa, segura de cumplir con su trabajo.
Francesc miró en su alforja, sólo les quedaba una granada de mano, una bomba de mano, que era el último cartucho.

-¿Qué hacemos? Intentamos volar la otra pared, y probamos a ver si hay suerte y topamos con otra casa, u otra habitación.. o se la metemos por el agujero a los gabachos…- Dijo Francesc medio riendo medio llorando.

Pepe miró a sus compañeros. – Aquí el “pescao” lo tenemos vendido, y si topamos con un muro de piedra, seremos nosotros los que nos quedemos fríos por la explosión. Si se la lanzamos a los gabachos, mataremos unos cuantos, pero no a todos, pero al menos los que dejemos tripa arriba, no volverán a mancillar nuestro suelo Patrio... ¿Qué hacemos?- Dijo muy solemne.

Todos se miraron, cada uno es de suponer que tuvo su momento de hombre, de mortal, de cobarde, de egoísta, de pensar que la vida puede ser eterna. Pero llevaban demasiados meses conviviendo con la muerte, el dolor, la pasión, el honor, y sobre todo con el patriotismo de saber que el gesto de unos simples paisanos, entregados al sacrificio en el altar de la Patria, estaba frenando al ejército más poderoso del mundo. Y luego, tras esos segundos fugaces, todos y cada uno sonrieron…

-Está bien…entonces lo tenemos todos claro, a por los gabachos y que la Virgen del Pilar nos de fuerzas para degollar a muchos gabachos…- Dijo Pepe ecuánime.

- Así sea…, eso es…, por Zaragoza, por la Virgen del Pilar..Por España..- Dijeron unos y otros.

El agujero comenzó a ser lo suficientemente amplio como para que empezasen a aparecer manos y algún cañón de pistola o fusil.
- ¡¡¡A la pared!!! Pegaros a la pared…no ofrezcáis blanco…- Gritó Pepe y todos obedecieron.

Sonó una descarga hacia el interior de la habitación, el humo llenó la estancia, pero ninguna bala llegó a morder carne.

-Francesc!! A la de tres, lanza la bomba de mano, y en cuanto explote, tú Manolo que eres grande, empuja la pared a ver si hay suerte y está tan debilitado el muro, que cae lo suficiente. El resto descerrajamos los pocos tiros que nos queden entre los que anden de pie, y luego a cuchillo y a degüello, empujad duro, esto es pequeño y no van a poder usar el fusil si nos echamos encima. Tirad la puñalada al cuello y seguid, seguid por la Virgen del Pilar y por Zaragoza, hasta que Dios decida que ya hemos cumplido….moriremos hermanos…pero cuánto daño vamos hacer...- Dijo Pepe dando las últimas instrucciones a sus compañeros de martirio.

Todos se ajustaron las ropas, sujetaron con firmeza sus armas, sus cuchillos. Pepe se ajustó el pañuelo en la cabeza, Manolo se concentraba en el agujero…

Una segunda descarga de fusiles penetró en la habitación, pero nada, el agujero era más grande, pero los franceses no se arriesgaban a meter la cabeza, y tiraban muy separados de la pared.

El agujero se hizo más grande, ya cabía medio cuerpo…una nueva descarga…, mas humo, más miedo…los franceses…los Defensores de Zaragoza, sonreían, sabían que era su final, ya no había temor, solo incertidumbre de saber cuántos se iban a llevar al puerto de Caronte, antes de que la Virgen del Pilar los reclamase en los altares de los héroes.

-¡¡¡ Ahora!!!- Gritó Pepe. Francesc encendió la mecha de la bomba de mano, esperó unos segundos, hasta que la mecha se fue consumiendo. La miraba y sonreía –Virgen Moreneta…que mate a muchos..que mate a muchos…- Y pensó en el santuario de Monserrat, en ese monte mágico cerca de Barcelona que de niño había subido tantas veces, y pensó en su virgen morena..
Lanzó la bomba de mano por el agujero.

Se oyeron gritos, ruidos, tropel, huida, miedo…y una explosión. Todo fue muy rápido. Manolo cargó contra el muro, esté cedió lo suficiente, el adobe no resistió el empujón del bravo aragonés. Los otros tres, saltaron por encima de él, y se introdujeron en la habitación donde estaban los franceses.

Oyeron gritos de dolor, de terror, no se pararon, buscaban con avidez cuerpos erguidos.., dos habitaciones y nada, a la tercera, apareció una figura que volvía..¡¡Pumm!!..pistoletazo a la cabeza, un francés menos. Pepe había terminado con las armas de fuego, tocaba el cuchillo. Otro francés con el fusil al frente entraba en la habitación, llena de muebles, de cuerpos, de escombros, era torpe, y Pepe, en un salto a un flanco, se sitúo en el lateral derecho, y desde allí le lanzó una puñalada al cuello que fue mortal..- Otro…viva la Virgen del Pilar – Pensó.

Francesc iba detrás, tenía en su escopeta de caza una posta preparada, llegaron a otra habitación había dos franceses apuntando. No pudo esquivar, pum pum.. una bala le rasgó las entrañas, Francesc supo que era el final, pero disparó su posta…¡¡Pummm!!…un francés muerto…tiro la escopeta, sacó la navaja y le lanzó encima del otro francés que estaba intentando recargar su fusil. Murieron ambos, Francesc porque estaba listo y el francés porque palmo y medio de navaja, le partió el corazón.

Pepe y el otro seguían, otra puerta, más disparos, humo, ruido, gritos, Pepe no veía, lanzaba puñaladas al aire, una tocó carne. Oyó gritos, y siguió dejando que su mano fuera guiada por la providencia. No encontró nada. El humo se disipaba, notó que algo le quemaba en el pecho, se miró y vio sangre. – Virgencica… me voy contigo – Y dicho esto, Pepe se desplomó.

Su acompañante le siguió, uno de los disparos le había dejado seco en la misma puerta, se quedó parado, y allí murió.
Manolo recobrado de la caída, buscaba y buscaba por aquella casa de la judería, fue encontrando a sus camaradas, todos muertos. Quiso parar, recobrar aliento, pero sabía que para descansar, había antes que morir, cogió algún fusil de algún francés muerto, y batió habitaciones, pasillos, escaleras. Encontró a otros dos gabachos, subiendo por las escaleras. ¡¡Pumm!!.. un disparó y un francés que se iba al infierno.. el otro se quedó parado, levantó las manos, lleno de terror y miedo. Manolo llegó a su altura, lo miró y le dijo gritando..- Esto.. por mis hijos…- y le descerrajo a bocajarro un disparo en la cabeza.

Bajó las escaleras, y vio una luz, era la calle, se oían disparos, gritos, voces, ruidos, pero veía una luz. Agarró con fuerza su cuchillo, y saltó entre muertos y escombros hacia la luz.

Lo último que vio, fue una escuadra francesa que se quedó atónita al ver aparecer aquel espectro saliendo del infierno de la judería. Manolo sujetó con fuerza su cuchillo y saltó hacia ellos gritando - ¡¡Viva la Virgen del Pilar!!.....-

No tuvo mala mano, fue abatido sí, pero su cuchillo se había clavado en la garganta del oficial francés que mandaba aquel grupo de invasores. Y mientras la Virgen le daba la mano, sintió como ese grupo de franceses corría despavorido hacia el Coso, hacia sus fuerzas, porque no sabían cuantos hombres de esa estirpe inmortal, quedaban dentro de la casa dispuestos a inmolarse con un cuchillo y sin miedo a su destino.
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Me has hecho .... casi .... uufff... es bueno amigo, muy bueno, emotivo, duro y sincero.

De humilde nada, de lo mejor que he leido en mucho tiempo.

Nunca recortes ni mutiles nada que escribas, escríbelo así, como te sale, con el corazón.... es muy muy muy bueno.

Muy bueno.

Cuidate y cuida de los tuyos.

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Muy bueno. Me ha gustado mucho. Sí señor.

Vigilad y cuidaros donde os halléis. Un saludo.

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Sereco, no se si es que tengo el día tonto, o el relato, pero se me hizo un nudo en la garganta difícil de digerir. FELICIDADES Y GRACIAS

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¿Mi opinión sobre el relato de SERECO?

Pues a mi ese texto me ha confundido. :eek: :eek: :eek: Para que os voy a engañar. :eek: :eek: :eek: :eek:

Me ha confundido totalmente. No sabía si estaba leyendo el foro fauerzaesp o estaba leyendo "Zaragoza" de Don Benito Pérez Galdós. :cool: :cool: :cool:

Y para exprimir máx el relato de SERECO...

Parte de guerra recibido por Napeoléon y escrito por el Mariscal a cargo de las operaciones.

Jamás he visto encarnizamiento igual al que muestran nuestros enemigos en la defensa de esta plaza. Las mujeres se dejan matar delante de la brecha. Es preciso organizar un asalto por cada casa. El sitio de Zaragoza no se parece en nada a nuestras anteriores guerras. Es una guerra que horroriza. La ciudad arde en estos momentos por cuatro puntos distintos, y llueven sobre ella las bombas a centenares, pero nada basta para intimidar a sus defensores ... ¡Qué guerra! ¡Qué hombres! Un asedio en cada calle, una mina bajo cada casa. ¡Verse obligado a matar a tantos valientes, o mejor a tantos furiosos! Esto es terrible. La victoria da pena.

Opinión de un alto mando del ejercito Napoleónico sobre los defensores.

Cierto número de jóvenes, de edades comprendidas entre los 16 y los 18 años, sin uniformes [...], fumando indiferentes, se alinearon frente a nosotros. Pronto nos fue dado contemplar la llegada del resto del Ejército: una multitud pintorescamente variada, y compuesta por gente de toda edad y condición, [...] la mayor parte vistiendo ropas de campesino. Los oficiales iban montados en mulas o en burrros, y únicamente podían diferenciarse de sus hombres por sus tricornios y largas capas. Todos fumaban y charlaban, pareciendo indiferentes a su inmediata expatriación. La mayoría ofrecía un aspecto tan poco militar que nuestros hombres manifestaban, en voz bastante alta, que nunca deberíamos haber tenido tantos apuros para "vencer a esa chusma"

Mítica leyenda en los billetes de 1.000 pesetas.

¿Zaragoza se rendirá? La muerte al que esto diga.

Zaragoza no se rinde. La reducirán a polvo: de sus históricas casas no quedará ladrillo sobre ladrillo; caerán sus cien templos; su suelo abriráse vomitando llamas; y lanzados al aire los cimientos, caerán las tejas al fondo de los pozos; pero entre los escombros y entre los muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde.

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NotaPublicado: 24 Jul 2011 18:14 
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[align=justify]Saludos cordiales. Maese Lovat ya quisiera yo estar a la altura de Don Benito Pérez Galdós, pero apenas soy un mero aprendiz de algunas cosas, que me gusta aprender de los maestros, y aquí tengo muchos. Gracias a todos por vuestros comentarios, y os aseguro que yo mismo me atragantaba cuando iba escribiendo el relato, y si os ha llegado al corazón, pues me doy por satisfecho, era la intención de que así fuera.

Un abrazo[/align]

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NotaPublicado: 25 Jul 2011 22:28 
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[align=justify]Saludos cordiales. Os dejo otro relato corto ambientado en otra época, a ver si os gusta. Aprovecho para comentaros que he creado un blog, donde estoy colgando mis relatos breves, si alguno se aburre y quiere pasarse de vez en cuando para leer alguna cosita, invitados quedáis todos. En mi firma he puesto un enlace al blog. Un abrazo.

6 FUSILES EN T'ZELATA

Eran más de las 12 de la mañana, y el sol ya no daba tregua. Los rebeldes marroquíes seguían hostigando y en su empeño de tomar aquella loma. Hacia unas horas había muerto heroicamente el Teniente Ortiz de Zárate, y Gonzalo uno de los Cabos legionarios paracaidistas, de la 3ª sección de la 7ª Compañía de la II Bandera, andaba metido en medio de todo aquel desastre.

-¿Quién fue el listo que no dio armamento a los conductores?- Preguntaba García, un Cabo del segundo pelotón. Gonzalo lo miró y con un gesto grotesco, le dijo bastante.

-¡¡Que vuelven!!... ¡¡Que vuelven los moros…atentos!!- Se oyó una voz que gritaba desde el otro flanco de aquella loma. Todos se dispusieron con sus viejos fusiles del 7,92 al frente. Y ahí volvían. Una horda de moros rebeldes, que incluso tenían mejor armamento que los sufridos legionarios paracaidistas de aquel noviembre de 1957.

-¡¡Apuntad bien y sobre todo disciplina en el tiro…ahorrad munición que esto pinta para largo!!...- Gritaba Esteban, Cabo del primer pelotón de aquella desafortunada sección. Y el infierno se desató, ráfagas, tiros, y muy malas intenciones.

El frente de la loma se veía batido por más de 50 fusiles, que con su “paqueo”, no dejaban que los españoles pudieran levantar cabeza. Las balas silbaban por encima de sus cabezas, y los tiradores, apenas podían encarar sus fusiles. Todo tenía su lado bueno, los moros no subían por ese frente, sabían a lo que se exponían. Primero a ser batidos por sus compañeros de fatigas, y segundo que los paracaidistas allí medio atrincherados, les iban a devolver los cambios, a nada que levantaran un palmo su cuerpo de sus posiciones.

Además, la ametralladora, la única ametralladora que disponían los legionarios paracaidistas, estaba situada en ese centro de la improvisada posición, y mantenía a raya cualquier conato de avance en grupo. El Cabo que mandaba la Escuadra era un mallorquín duro de pelar, que no se arrugaba ni ante el avance de toda una División. Y no iba a dejar que mientras él estuviera de pie, nadie entrase por allí.

El flanco derecho era el más castigado. Era una zona más abrupta y los moros comenzaban como desde hacía ya muchas horas, a subir por esa escarpada zona, e iban dando salto de abrigo en abrigo, y hostigaban no sin mala puntería. De hecho, uno de esos rebeldes le había sesgado la vida al Teniente Ortiz de Zárate.

-Si no hubiera reventado el mortero….- Se lamentaba al lado de dos heridos el Brigada sanitario. Tenía a su cargo, junto con el Capitán médico a 3 heridos de diversa consideración y un par de bajas por golpe de calor, que a puro de mascar hojas de chumbera los estaban reanimando.

En ese flanco derecho estaba Gonzalo, los disparos se sucedían sin descanso alguno, los moros tenían prisa, querían eliminar a las tropas españolas, tanto a esa sección sitiada, como a los que quedaban en el puesto de T'zelata. –Si al menos tuviéramos alguna granada…- Pensaba hacia sus adentros Gonzalo.

Las balas silbaban, y para colmo había una ametralladora, que gracias a Dios que estaba muy mal situada, pero aún así, batía con peligro amenazante las posiciones del 2º pelotón.

-Venga fuego ¡¡¡fuego a discreción!!! Darles duro que ya sabéis lo que va a pasar si nos cogen- Gritaba el Cabo Esteban. Varios moros cayeron rodando hacia la base de la loma. Los paracaidistas, a pesar de tener que usar armamento de la guerra civil española, ya bien por tirar de oficio o por tirar de arrojo, estaban poniendo mucho empeño en vengar la muerte de su Teniente, y obviamente, estaban poniendo las cosas claras a los moros por si sus intenciones eran subir y vencer.

Gonzalo vio a un moro que saltaba entre las rocas, se agachaba, era muy ágil. Tomaba posición, disparaba, tardaba unos segundos y volvía a saltar, pero siempre hacia arriba. Se tomó su tiempo, estudió cada uno de los saltos.-Cánsate…cánsate que pronto te voy a apañar- pensaba mientras lo perseguía con los elementos de puntería del viejo fusil.

¡¡Pumm!!...y una bala le partió el pecho al moro. Y cayó rodando ladera abajo. Volvió a encarar el arma, y localizó otro blanco. Era un moro que disparaba por disparar…, no había certeza alguna en sus intenciones, Gonzalo presumió que el moro esperaba que Alá guiase su mano o sus balas, dado que él desde luego no las guiaba. Así que con calma cuadró miras, apuntó, aguanto la respiración y suavemente accionó el disparador. ¡¡Pumm!! La cabeza del moro se abrió como una sandía.

El flanco izquierdo se encontraba menos hostigado con paqueo, pero estaba sometido a vanos intentos de flanqueo al asalto. Los moros subían y subían, y obviamente bajaban y bajaban… no tan enteros, porque la mayoría eran muertos o heridos, y los que andaban más vivos, era porque corrían como si el diablo les azuzase a sus cancerberos.

-¡¡Médico!! ¡¡Médico!!...¡¡Mi Capitán….un herido!!...- Gritaba una voz desgarrada. Y todo era volver a empezar, sed, calor, disparos, miedo, falta de agua, y la extraña sensación que eso iba para largo, y ellos allí sin otro apoyo que su voluntad.

Un soldado de Transmisiones contactó con el Mando de la Bandera por radio. –¡¡Mi Sargento...mi Sargento!! Enlace con la Bandera…que dicen que aguantemos que nos van a mandar cuando se pueda suministros y apoyo- El Sargento Moncada, que había quedado al mando de la Sección, miró para el cielo, luego miró hacia el suelo, y le guiñó un ojo al radio operador. – Diles que no va a llover, que se acuerden del agua- Y se volvió hacia una de las posiciones, para arengar a la Tropa y poner un poco de orden en aquellos momentos de incertidumbre.

El Cabo Esteban se acercó agachado hacia donde estaba su compañero Gonzalo. –Gonzalo, están empezando a ponerse más duros estos moros, que ya empiezan a subir y subir, y no se yo, si vamos a poder aguantar, como se nos pongan parapetados en esas piedras de ahí abajo.- Le dijo con voz seria y rasgada.

-Tienes razón Esteban, como se planten ahí, nos van a causar más problemas de los que ya tenemos. Voy a comentarle al Sargento Moncada, a ver qué hacemos, porqué en un momento dado, me bajo con mi Escuadra a las piedras, y a ver si hay suerte y podemos abrir una brecha, que allí abajo hay un pozo que nos vendría de perlas…- Le respondió Gonzalo.

Se acercó a la posición del Sargento y le comentó lo hablado con el Cabo Esteban. Moncada que andaba resuelto a aguantar y a vender muy caro todo pellejo español que allí aguantaba, dudó, pero a veces tocan ciertos sacrificios, y si había una oportunidad de liberar de presión un flanco, tal vez eso diera un respiro
-Venga Gonzalo, coge a tu Escuadra, llenaros los bolsillos de cartuchos y tomad esas piedras, pero nada de llegarse al pozo, ni nada de bajar al camino. Quedaros en las piedras y mantener a raya a los que crucen el camino. Reforzaremos un poco vuestro puesto desde arriba, con algunos tiradores más, de tal forma que no estaréis tan solos.- Dijo Moncada.

-Si mi Sargento, nos ponemos a ello. ¿Lo del Teniente una pena verdad mi Sargento?-Respondió Gonzalo. El Sargento lo miró y le dio unas palmaditas en el hombro.

El Cabo Gonzalo, reunió a su Escuadra, y los 6 se abastecieron de munición, que era lo único que aún tenían, a parte de un pan y una lata de sardinas por barba, que era la ración de día que les habían dado antes de salir.

Esteban con su Escuadra y un refuerzo de dos tiradores más, comenzó abrir fuego sobre la zona de rocas que estaba debajo del flanco derecho, la intensidad del fuego obligó a todos los ocupantes de esos abrigos circunstanciales a esconderse muy abajo. Gonzalo indicó a su Escuadra que a calar bayoneta, y que a toda costa había que tomar las piedras. Así que todos resueltos, echaron mano a sus bayonetas, las encajaron en el fusil, y se lanzaron con cierta preocupación hacia las piedras.

Todos sabían que si tomaban las piedras, mientras no aparecieran otros cientos de moros, por ahí ya no iban a subir más los rebeldes. Pero también sabían que iban a ser los más expuestos en toda aquella carnicería.
Gonzalo con el fusil cargado y sujetado con firmeza iba el primero, a fin de cuentas, este es el oficio del legionario abrazar la muerte. Comenzó a bajar la ladera, sus hombres le seguían. Los tiros habían cesado, pero los moros no levantaban las cabezas.

-Bien… un poco más… un poco más y los cogemos- Pensaba Gonzalo.

Aquel tropel de 6 paracaidistas bajaba ya en comunión con su destino, se fueron abriendo en formación de cuña, al frente el Cabo, y el resto corriendo con el arma medio encarada, y esperando y rezando porque el moro que hubiera tras la piedra, levantará primero la cabeza y luego el fusil, porque entonces, ya estaba todo resuelto, apenas quedaban 30 metros.

-Ya estamos…ya estamos…Gonzalo ahora ya que sea lo que Dios quiera, sin miedo… por los nuestros…vamos vamos…- Eran sus pensamientos, mordía sus labios, afilaba su mirada y sujetaba con firmeza el fusil que ya había bajado a la cadera y comenzaba a situarse en posición muy amenazante para quien fuera el que se encontraba cerca de la primera piedra.

El Sol les daba en la espalda, el calor era para todos igual, y aunque esos moros estuvieran acostumbrados a él, no es lo mismo aguantar el calor a la sombra de una piedra, que aguantar el calor, sabiendo que te pueden volar la cabeza en cuanto la asomes.

Gonzalo llegó a la piedra, nada ni nadie se movía al otro lado. Dudó, por la izquierda o por la derecha. Al final se decantó por la derecha, y rodeó la piedra. Hubo suerte, el moro estaba mirando a la derecha, al oír el ruido de las pisadas, quiso volverse, pero ya era demasiado tarde, tumbado como estaba, no pudo ni decir ni mu, la bayoneta de Gonzalo se le había clavado en la nuca. Rápidamente le quitó el fusil, la canana, y se volvió a la posición donde había llegado a la piedra, que era la que le ofrecía abrigo y cubierta.

Los demás paracaidistas de su Escuadra fueron llegando y segando vidas, salvo uno que tuvo que disparar porque no se fió de su arte con la bayoneta, el resto, clavaron sus respectivas en los cuerpos de aquellos moros rebeldes.

No hubo respuesta por parte de los moros, no hubo tiros, no hubo reacción. El flanco liberado, comprendía unos 150 metros de ancho, y las piedras ofrecían un buen sitio para protegerse. Lo malo el Sol, que les daba en la espalda, pero no les daba tregua.

Gonzalo sudoroso, fue verificando que todos sus hombres se encontraban bien. Todos desde su refugio improvisado hacían señas para indicar que todo iba bien. Comprobaron sus armas, limpiaron sus bayonetas, pero no las retiraron del fusil.

Se oyó de repente una descarga de fusilería, procedía de la loma, Esteban y su Escuadra estaban tirando duro, algo se acercaba, y eso no era bueno. Todos los de la Escuadra de Gonzalo, se giraron y apuntaron al frente. Un gran número de moros venía a la carga, estaban a punto de cruzar el camino. –Estos no nos han visto…- Se decía así mismo Gonzalo.

Y al unísono, todos siguieron a su Cabo. 6 fusiles salieron de entre las rocas, y comenzaron hacer fuego, entre las descargas de los de la loma, y el fuego implacable de la escuadra de Gonzalo, más de 15 moros quedaron tumbados en el camino. Y el resto, se replegó asustados y tardando en reponerse del gran susto.
Todos municionaron, se hablaron, se animaron, y aguantaron como mejor pudieron ese Sol de justicia.

-Lo malo cuando llegue la noche Gonzalo…. Que estamos dispersos y aquí somos conejos…habrá que subir- Pensó el Cabo. Pero de momento tocaba aguantar.

A lo lejos se oía unos motores de avión… -¿Serán los refuerzos?...
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Se parco en palabras, que tus hechos hablen por ti
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