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NotaPublicado: 16 Abr 2009 20:42 
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Voy a colgar a continuación una serie de artículos dedicados a analizar el terrorismo después del 11S con la perspectiva actual. Publicados originalmente en la pagina americana Slate, y traducidos por el periódico online Soitu.

Colgaré cada artículo (analisis) con el enlace al original en español al final del mismo.

La teoría de la necedad de los terroristas

Los atentados del 11-S fueron anunciados como los precursores de una nueva era de terrorismo de corte extranjero que amenazaba a Estados Unidos. ¿Y si ocurrieron por pura chiripa?

[video width=650 height=450]http://www.youtube.com/v/JcDER7KerfQ[/video]
Imágenes del atentado contra las Torres Gemelas.

La exitosa aniquilación de las Torres Gemelas, parte del Pentágono, cuatro aviones comerciales y cerca de 3.000 vidas inocentes hace parecer a posteriori al grupo que sembró el terror como diabólicamente brillante. Pero cuando se repasan los hechos sobre cuán cerca estuvieron los terroristas de exponerse a los servicios de inteligencia estadounidenses, el 11-S ya no parece fruto de un ingenioso plan que triunfó gracias a una astuta y concienzuda programación. Parece más bien un estúpido plan que tuvo éxito por pura suerte.

Consideremos varios aspectos:


* El conspirador Khalid al-Mihdhar, que estaba —al menos en teoría— bajo vigilancia estadounidense, sospechoso de haber intervenido en el ataque al destructor USS Cole, levantó sospechas en la academia de vuelo de San Diego con su impaciente insistencia en aprender a pilotar un Boeing. (En el 11-S, al-Mihdhar ayudaría a estrellar el vuelo 77 de American Airlines contra el Pentágono, matando a 189 personas).
* Otro conspirador, Nawaf al-Hazmi, levantó sospechas cuando se jactó ante el empleado de una gasolinera de que se haría famoso. (Al-Hazmi participaría junto a al-Mihdhar en el vuelo 77. Para consultar más información sobre qué sabía el FBI sobre al-Mihdhar y al-Hazmi antes del 11-S, haz clic aquí).
* Hacia finales de julio, el por entonces director de la CIA, George Tenet, declaró a la Comisión del 11-S que el sistema fallaba y, anteriormente ese mismo mes, el agente especial del FBI Kenneth Williams envió un memorando desde la oficina de Phoenix a Washington donde destacaba "un número desorbitado de individuos que interesaba investigar" en materia de seguridad nacional que recibían clases de vuelo en Arizona. (El memorando está disponible aquí.)
* A principios de agosto, el presidente Bush recibió un documento secreto clasificado cuyo título es ya de sobra conocido: "Bin Laden, decidido a atacar EEUU" (se puede consultar aquí).
* Más tarde, también en el mes de agosto, se interrogó a Zacarias Moussaoui en la sede del FBI en Minneapolis, que había despertado recelos en la academia de vuelo de Minnesota al interesarse por los patrones de vuelo de Nueva York y al preguntar si las puertas de la cabina de un avión de pasajeros se podían abrir durante el vuelo. (Para leer un resumen de lo que sabía la sede del FBI en Minneapolis a día 19 de agosto, visita esta página.) La imprudencia y volatilidad de Moussaoui sembraron reticencias entre sus superiores de Al Qaeda para usarle en los ataques del 11-S. Probablemente se le estaba manteniendo en la reserva para un atentado futuro de Al Qaeda o posiblemente como piloto suplente para el 11-S.
* Tenet, a pesar de saber que el sistema hacía aguas, no movió un dedo tras ser informado sobre Moussaoui el 23 de agosto (En esta página se puede leer el informe actualizado de la amenaza terrorista de Tenet.)
* Al tratar de obtener una orden judicial para examinar el ordenador portátil de Moussaoui, un funcionario local de la sede del FBI en Minneapolis informó a la sede central del FBI de que "estaba intentando evitar que alguien tomara un avión y lo estrellara contra el World Trade Center". El FBI no halló la prueba del vínculo entre Moussaoui y Al Qaeda, considerada concluyente para obtener la orden judicial hasta dos días después del 11-S.

Transcurridos más de ocho años desde los atentados del 11-S, resulta físicamente desquiciante repasar todos estos detalles con efecto mariposa sobre qué sabía el Gobierno de EEUU antes del 11-S. Los sucesivos intentos fallidos de los servicios de inteligencia estadounidenses de recopilar y compartir su información sobre la trama no deberían sorprender a nadie familiarizado con la cultura burocrática de Washington. Pero no es menos cierto que contar con la baza de un grado sumamente extremo de disfunción gubernamental, como efectivamente hizo Al Qaeda, fue de lo más imprudente. Los terroristas asumieron un riesgo sumo e inaceptablemente alto de ser atrapados, y, por poco, lograron lo improbable. Que lo consiguieran no significa que actuaran con astucia en el intento.

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La 'Zona Cero' tras la masacre.

Tampoco está claro que fueran tan listos en cuanto a su triunfo. En Afganistán, los atentados desencadenaron la furiosa reacción de los militares estadounidenses que destruyeron la infraestructura de Al Qaeda de campos de entrenamiento y refugios, derrocaron a los protectores de Al Qaeda, los talibanes, y capturaron o mataron a dos terceras partes de los líderes de Al Qaeda —en especial a Khalid Sheikh Mohammed, considerado el cerebro de los atentados del 11-S y actualmente el prisionero más famoso de Guantánamo—. Según Lawrence Wright, ganador del premio Pulitzer con su ensayo 'The Looming Tower: Al-Qaida and the Road to 9/11', cerca del 80% de los miembros de Al Qaeda asentados en Afganistán murieron durante la invasión estadounidense del país. Las estimaciones de los servicios de inteligencia sugieren que los miembros actuales de Al Qaeda pueden ser tan sólo 200 ó 300. Como poco, las fuerzas estadounidenses han logrado que la jerarquía de Al Qaeda quede rezagada durante varios años. Como mucho, Estados Unidos tal vez haya acabado para siempre con la capacidad operativa de Al Qaeda de actuar como una empresa que se gestiona de forma centralizada, reduciendo a su presidente, Osama Bin Laden, y a su consejero delegado, Ayman al-Zawahiri, a simples figuras decorativas simbólicas más que líderes de facto. Entre tanto, el objetivo de Al Qaeda de restablecer el califato islámico que se extendió durante un milenio por los tres continentes hasta principios del siglo XX queda, más que nunca, en una quimera. (El argumento contrario es que al contraatacar en Afganistán y especialmente en Irak, Estados Unidos se autoinfligió un daño incalculable al alienar a la mayoría del mundo musulmán en tanto que regaban más sangre y cosechaban un tesoro mayor de lo que podían permitirse perder. Abordaré este supuesto dentro de una semana cuando alcancemos el extremo contrario del espectro de la preocupación).

A pesar de cierta euforia inicial, el 11-S y sus secuelas sangrientas parecen haber debilitado la posición de Al Qaeda no sólo entre los musulmanes en general, sino incluso entre los miembros de la yihad islámica (Peter Bergen y Paul Cruikshank discutieron este extremo en un artículo de The New Republic), quienes vieron cómo el 11-S condujo a la muerte a muchos más musulmanes (especialmente en Afganistán e Irak) que ningún otro acontecimiento. Muchos de estos musulmanes fueron asesinados directamente por Al Qaeda y otros miembros del terrorismo islamista. En su artículo titulado 'Overblown: How Politicians and the Terrorism Industry Inflate National Security Threats' ('Cómo los políticos y la industria terrorista inflan las amenazas a la seguridad nacional'), John Mueller, politólogo del Estado de Ohio, relata cómo los atentados suicidas coordinados vinculados a Al Qaeda contra tres hoteles jordanos en 2005 terminaron matando a un amplio grupo de ciudadanos palestinos y jordanos que asistían a una fiesta nupcial. "Es difícil imaginar un blanco con probabilidad de resultar más estúpido desde el punto de vista de los terroristas", escribe Mueller. Miembros de Al Qaeda en Irak, un grupo insurgente afiliado a Al Qaeda, alienaron a sus camaradas suníes al atentar contra civiles, imponiendo una represión de corte talibán y provocando ataques de la mayoría suní del país. Como revancha, las milicias suníes se aliaron para formar 'Al Sahwa' (el Despertar), un movimiento insurgente fundado y apoyado por EEUU, que, dependiendo de a quién se pregunte, merece bien parte, bien casi todo el mérito comúnmente atribuido al aumento de tropas estadounidenses en paliar la violencia en Irak desde 2006.

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Ayman al Zawahiri y Osama bin Laden, líderes de Al Qaeda.

Hay incluso quienes dentro de Al Qaeda han llegado a considerar que el precio a pagar por el terrorismo ha sido demasiado elevado. En junio de 2008, Wright escribió una reseña bibliográfica sobre el líder fundador de Al Qaeda conocido como doctor Fadl. Autor de dos libros de los que Al Qaeda se sirvió para reclutar miembros, Fadl escribió más recientemente desde su celda de una cárcel egipcia: "Tenemos prohibido cometer agresiones, incluso aunque lo hagan los enemigos del Islam". Para el doctor Fadl, los atentados del 11-S fueron suicidas, pero no sólo porque se inmolaron los secuestradores, sino para Al Qaeda en su conjunto. En 2007 argumentó por escrito que era inmoral atacar a los jefes de Estado musulmanes si eran creyentes y que era imprudente hacerlo si estos líderes ostentaban poder suficiente como para imponerse. Parafraseando al profeta Mahoma, el doctor Fadl escribió: "Quienes se rebelan contra el sultán tendrán una muerte pagana". Más aún, Fadl aseguró que matar incluso a quienes no fueran musulmanes era inmoral en cualquier circunstancia. Estos razonamientos fomentaron la discusión en el mundo islamista, y no podemos obviar que el doctor Fadl las realizó bajo amenaza de tortura; pero fueron secundados por un clérigo kuwaití llamado Sheikh Hamid al-Ali, que ha sido identificado por el Departamento del Tesoro de EEUU como recaudador de fondos para Al Qaeda. El miembro de Al Qaeda al-Zawahiri consideraba necesario refutar estos argumentos en un largo e irrisorio escrito donde equiparaba el 11-S y el bombardeo contra la planta farmacéutica de Al-Shifa en Sudán bajo el mandato del presidente Clinton (que se creyó por error que era una instalación de armas químicas de Al Qaeda). En 1998, las bombas explosionadas mataron a un vigilante nocturno —un trágico error garrafal, pero apenas comparable con la deliberada masacre de 3.000 civiles—.

Por poco sentido que tengan, los puntos de vista de al-Zawahiri siguen vigentes entre Al Qaeda. Pero, ¿dispone de medios para perpetrar otro atentado en EEUU? "Conservemos un sano escepticismo [...] cuando leamos acerca de estos cerebros del terrorismo a quienes dispusieron para matar a miles de personas y causar un perjuicio incalculable", escribió el criptógrafo Bruce Schneier en una columna de una edición de junio de 2007 de la edición digital de The Wired titulada 'Portrait of the Modern Terrorist as an Idiot' ('Retrato del terrorista moderno como un idiota'). Schneier considera que el terrorismo constituye una amenaza real, pero también cree que el peligro surgido con los varios presuntos y posibles terroristas a quienes se debería haber dado caza en Estados Unidos desde el 11-S, muchos de entre ellos captados en entramados por imperativos legales ocultos, es exagerado enormemente. (Entraré en detalles sobre estas controvertidas operaciones en dos entregas posteriores.) En su libro 'The Looming Tower', Wright cita a Issam al-Turabi, un amigo de Bin Laden de sus tiempos en Sudán: "Adoraba a ese hombre. (...) Desafortunadamente, su coeficiente intelectual no era todo lo alto que debiera".

¿Son necios los terroristas?

Podría ser que la fortuna de la familia de Bin Laden y su entrega extramundana aventajaran claramente su inteligencia natural. (Al-Zawahiri parece ser el cerebro de la operación). Pero la verdadera cuestión es si los terroristas son listos per se o si son racionales. Thomas C. Schelling, eminencia de la Teoría del juego, sostenía hace ya veinte años que "los actos terroristas casi nunca parecen traer consigo ningún efecto político significativo". Max Abrahms, un estudiante de doctorado del Centro de Estudios para la Seguridad Internacional y la Cooperación de Standford, corroboró esta idea en un estudio de 2006 titulado 'Why Terrorism Does Not Work' (Por qué el terrorismo no funciona). Abrahms investigó a 28 grupos que el Departamento de Estado norteamericano denominaba desde 2001 'organizaciones terroristas extranjeras', entre los que identificó un total de 42 objetivos. Los grupos alcanzaron dichos objetivos tan sólo en el 7% de los casos. Abrahms concluyó que la clave del éxito estaba en si su blanco eran víctimas civiles: los grupos que atentaban contra la población civil con mayor frecuencia que contra objetivos militares "fracasaban sistemáticamente en la consecución de sus objetivos políticos".

En un ensayo que escribió en 2008 como continuación de este primer trabajo, 'What Terrorists Really Want' ('Lo que los terroristas realmente quieren') Abrahms explicó que los grupos terroristas son típicamente incapaces de mantener un conjunto coherente de objetivos estratégicos, y mucho menos de alcanzarlos. Entonces, ¿para qué se vuelven terroristas? Lo hacen para "desarrollar fuertes lazos afectivos con sus compañeros terroristas". Lo que ansían son vínculos fraternales, no territorio, ni influencia, ni tan siquiera, en la mayoría de los casos, hacer valer sus creencias religiosas. Si las reivindicaciones de un grupo terrorista tienden a sonar improvisadas, es porque 'son' improvisadas, irreflexivas; lo que importa realmente a sus miembros —incluso a sus dirigentes— es que son una banda de hermanos. Marc Sageman, un psiquiatra forense y antiguo agente de la CIA en Afganistán, recopiló biografías de 400 terroristas cuyo blanco era EEUU. Descubrió que el 88% se convirtieron en terroristas no porque quisieran cambiar el mundo sino porque tenían "relación de parentesco o de amistad con la yihad". Entre los 400 casos, Sageman encontró tan sólo cuatro con "algún atisbo de desorden psíquico", una incidencia menor que entre la población general. Separados del liderazgo principal de Al Qaeda, son de sobra peligrosos, pero no están tan centrados en sus objetivos como imaginamos.

Enlace a la fuente original.

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Munifex escribió:
...en España NOS gusta mucho el "rollo" secretismo y dar una aureola grandiosa a lo que desonocemos. A las unidades se las debe valorar por lo que se conoce que hacen, lo demás es falsa mitología.-


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NotaPublicado: 16 Abr 2009 20:45 
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La teoría del enemigo cercano

Que Al Qaeda quiere perjudicar a Estados Unidos está fuera de toda duda. Así lo manifestó el grupo terrorista, de palabra y de obra, bastante antes del 11-S. En 2004, Osama Bin Laden se vanagloriaba en un vídeo de que Al Qaeda "haría derramar sangre profusamente a Norteamérica y la llevaría a la ruina total", tanto como sus compañeros yihadistas y él habían hecho correr la sangre en la antigua Unión Soviética en 1980, al combatir a las tropas rusas en Afganistán. En realidad, Bin Laden y los combatientes extranjeros que lideró en Afganistán desempeñaron un papel secundario en la expulsión soviética —el verdadero mérito es atribuible a los muyahidines locales (financiados por la CIA)— y la fallida intervención militar soviética fue tan sólo uno entre los múltiples factores que precipitaron el desmembramiento de la antigua URSS. Aun así, demos por sentado que Al Qaeda pretende causar serios daños a Estados Unidos y que ya se las ha arreglado para provocarle considerables penurias. ¿Es éste un fin en sí mismo?

[video width=450 height=350]http://www.youtube.com/v/of3uFj2U03w[/video]
Osama Bin Laden, en un vídeo de 2004, donde explica las razones del ataque a EEUU (subtitulado en inglés)

Por supuesto que no. Al Qaeda quiere desangrar y llevar a la ruina total a Estados Unidos no porque codicie el territorio que se extiende entre Canadá y México sino porque considera un ultraje la influencia estadounidense en el mundo musulmán. Podemos discutir sobre hasta qué punto dicha influencia se ejerce en aras del progreso (secularización, estado de derecho, democracia) o el interés propio (petróleo barato, estabilidad geopolítica y desarrollo de mercados para productos y servicios occidentales). Para Al Qaeda, apenas importa. El llamado 'progreso' y el fomento de los intereses norteamericanos son igualmente indeseables en tanto que dificultan el objetivo sagrado de Al Qaeda de restablecer el califato de 1.000 años.

En el reportaje anterior, 'La teoría de la necedad de los terroristas', vimos cómo Thomas Schelling, Marc Sageman y Max Abrahms sostenían que los terroristas apenas piensan en términos estratégicos o directamente no lo hacen en absoluto. Si éste es el caso, entonces Al Qaeda ataca a Estados Unidos puesto que está ahí. Pero si los terroristas fueran pensadores estratégicos, entonces el objetivo inmediato de Al Qaeda consistiría lógicamente en comenzar a erigir ese califato promoviendo la creación de regímenes yihadistas en aquellas tierras que una vez fueron conquistadas por el profeta Mahoma y sus sucesores. Siguiendo esta línea de pensamiento, la necesidad de atentar contra Estados Unidos variaría en función de cuán firmemente contuviera Estados Unidos la escalada yihadista en Oriente Medio, Asia Meridional y Norte de África.

Por el momento, Estados Unidos no puede ejercer demasiada fuerza de contención en Pakistán o Afganistán, dos lugares donde Al Qaeda ha mantenido su presencia durante mucho tiempo. Por lo tanto, tendría sentido para Al Qaeda concentrar sus recursos allí. Pakistán es un trofeo especial, puesto que posee armas nucleares; Bruce Riedel, antiguo alto funcionario de la CIA y actualmente investigador en la Institución Brookings, lo denomina "el país más peligroso del mundo en la actualidad". Dos decisiones recientes de las autoridades pakistaníes han provocado especial alarma: un acuerdo con un grupo yihadista talibán clave para imponer la ley islámica (sharia) en el valle del Swat, ubicado a unos 160 kilómetros de Islamabad, la capital de Pakistán; y el levantamiento del arresto domiciliario a Abdul Qadeer Khanand, el científico que vendió secretos nucleares a Corea del Norte, Irán y Libia. En Afganistán, el resurgimiento talibán permanece firmemente ligado a Al Qaeda, y, en 2005, comenzó a adoptar la táctica de atentados suicida con bomba de este grupo. Tanto la formación liderada por Bin Laden como los talibanes estuvieron implicados en el asesinato en 2007 de la anterior primera ministra de Pakistán Benazir Bhutto y hay indicios de que también colaboraron en un intento fallido de asesinar al presidente de Afganistán Hamid Karzai, en abril de 2008.

Los yihadistas hablan del 'enemigo cercano' (regímenes apóstatas por todo Oriente Próximo) y del 'enemigo lejano' (Estados Unidos y el resto de Occidente). El hombre a quien se reconoce haber acuñado el término, Mohamed Abd al-Salam Faraj, lo hizo en gran medida para poner énfasis en el hecho de que era mucho más importante atacar al enemigo cercano, un principio que defendió organizando en 1981 el asesinato del presidente egipcio Anwar el Sadat (el Gobierno egipcio aseveró el mismo principio con la ejecución de Faraj). En 1993, una organización terrorista egipcia denominada Al-Gama’a Al-Islamiyya ('el grupo islámico'), que tenía amplios lazos con Al Qaeda, rompió con la estrategia del 'enemigo cercano' y bombardeó el World Trade Center. Por su parte, Al Qaeda siguió su ejemplo en 1996 y volvió formalmente su atención hacia el enemigo lejano. Pero, según Fawaz A. Gerges, profesor de Relaciones Internacionales y de Oriente Próximo en la Universidad Sarah Lawrence de Nueva York y autor del libro 'The Far Enemy: Why Jihad Went Global' ('El enemigo lejano: por qué la yihad se globalizó'), otros grupos yihadistas repartidos por el mundo nunca creyeron realmente en este cambio de prioridades. Incluso Al-Gama'a Al-Islamiyya había declarado a finales de 1999 un alto el fuego, una medida que indignó a su líder espiritual preso, Omar Abdel Rahman ('el jeque ciego') y provocó la escisión del grupo. Con los atentados del 11-S, Bin Laden confió en congregar en la batalla contra el enemigo lejano a yihadistas ajenos a la órbita de Al Qaeda. En su lugar, los espantó. Al Qaeda constituye hoy en día el único grupo terrorista extranjero del que tengamos noticia con un interés manifiesto y declarado en atacar a Estados Unidos. Por eso cualquier discusión —incluida ésta— acerca de la probabilidad de que Estados Unidos sufra otro 11-S se centra indefectiblemente sólo en Al Qaeda (en el próximo reportaje explicaré por qué se considera remota la posibilidad de que un grupo 'local' perpetre otro 11-S). Si Al Qaeda no está centrada actualmente en atentar contra Estados Unidos, no hay razones para pensar que alguien lo esté.

Sitúo la teoría del enemigo cercano un paso hacia adelante en el espectro de preocupación con respecto a la teoría de la necedad de los terroristas, puesto que, incluso aunque Al Qaeda esté en estos momentos centrada en las oportunidades de su entorno más próximo, esto no necesariamente le impide dedicar 'algunos' recursos a atacar a Estados Unidos. Los atentados del 11-S llevaron a Estados Unidos a invadir Afganistán e Irak, y esta ocupación estadounidense puso al mundo musulmán en contra de Estados Unidos. En Pakistán, el porcentaje de población con opiniones favorables sobre Estados Unidos (23%) cayó en más de la mitad (hasta el 10%) entre 1999 y 2002, de acuerdo con el Pew Global Attitudes Project (PGAP). Desde entonces, ha vuelto a ascender a un 19%. Fuera en la medida que fuera en que un nuevo atentado de Al Qaeda en Estados Unidos provocara más intervención militar estadounidense en el mundo musulmán, la opinión de Pakistán sobre Estados Unidos fácilmente empeoraría una vez más. Al Qaeda podría contemplar esa probabilidad como una valiosa herramienta en su lucha contra el 'enemigo cercano'. Sin dejar de tenerlo en cuenta, sin embargo, Al Qaeda puede haber ponderado dónde las tropas estadounidenses seguramente entrarían a raudales: en Pakistán y Afganistán. Ese sería un revés probable en su lucha contra el 'enemigo cercano'.


Enlace a la Fuente Original.

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NotaPublicado: 16 Abr 2009 20:49 
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La teoría del 'melting pot'

En 'La teoría de la necedad de los terroristas' me referí al altísimo coste que tuvo el 11-S para Al Qaeda. Como mero apunte recordatorio: cerca del 80% de sus seguidores radicados en Afganistán fueron víctimas mortales de la invasión estadounidense, según el periodista Lawrence Wright. Se dio caza a dos terceras partes sus representantes, que murieron o fueron capturados. Los actuales militantes asociados a esta organización terrorista rondarán tan sólo los 200 o 300. Demos por supuesto, como muchos creen, que esta merma en sus filas ha bastado para que Al Qaeda lo haya tenido tan crudo para atacar otra vez a Estados Unidos tras el 11-S. Siendo así, ¿no podrían haberse encargado de hacerlo otros energúmenos yihadistas que ya residían en el país? ¿Dónde están las cédulas dormidas de Al Qaeda?

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Londres vivió el terrorismo islámico el 7 de julio de 2005.

Durmiendo, aparentemente. Desde el 11-S, relativamente pocos han sido procesados por conspirar con Al Qaeda. En 2002, José Padilla, nacido en Brooklyn, fue arrestado en Chicago por haber hecho explosionar presuntamente una bomba radiactiva, pero, cinco años más tarde, iba a ser juzgado (y condenado) por un cargo totalmente distinto: maquinar que se cometieran actos terroristas en el extranjero. En 2006, siete vecinos de Liberty City en Miami fueron arrestados por su trama para hacer volar la torre Sears de Chicago por los aires, pero intervino para destaparla un infiltrado del FBI que se hizo pasar por un terrorista de Al Qaeda. El propio director adjunto del FBI calificó esta conspiración de "más una aspiración que operativa" y en la acción judicial que se interpuso acabó declarándose el juicio nulo. En diciembre de 2008, la saliente Administración Bush arrestó y puso entre rejas a todos los terroristas y 'sus seguidores' que se encontraban en Estados Unidos desde el 11-S "por docenas", lo cual podría parecer un flaco esfuerzo salvo por el hecho de que no se perpetraron ataques terroristas en Estados Unidos durante esas fechas. A falta de pruebas en sentido contrario, debemos concluir que dentro de Estados Unidos rara vez han llegado lejos quienes, criados aquí mismo, se dedican a la conspiración terrorista inspirada en Al Qaeda.

El registro contrasta fuertemente con el del Reino Unido, que desde el 11-S ha incubado diversas maquinaciones serias de terrorismo inspiradas directa o indirectamente por Al Qaeda. Uno de estos complots llegó a cristalizar: el de los atentados con bomba del metro y un autobús de Londres de 7 de julio de 2005, que se saldaron con 52 muertos y cerca de 800 heridos. El intento de rematar la faena se hizo esperar tan sólo dos semanas, frustrado sólo porque se impidió dinamitar el material explosivo. Richard Reid, conocido como el 'terrorista del zapato', volaba a bordo de un avión fletado desde París hacia Miami, pero era ciudadano británico. El complot de 2006, que originó las prohibiciones aeroportuarias de portar líquidos y otras sustancias, también se engendró en el Reino Unido y, por lo que sabemos, fue en sus estadios finales cuando las autoridades británicas lo atajaron. En 2007, un atacante suicida en coche bomba atentó contra el aeropuerto de Glasgow, pero, afortunadamente, sólo acertó a matarse a sí mismo; en torno a esos mismos días, las autoridades británicas encontraron dos coches bomba y los desactivaron antes de explosionar en el West End de Londres. Incluso en los casos en que no está vinculado directamente con el terrorismo, el extremismo musulmán parece prevalecer —y desde luego está más patente— dentro del Reino Unido y en Europa occidental, en general, que en Estados Unidos.

¿Por qué esta diferencia? Puede que en parte sea atribuible a causas socioeconómicas. Los musulmanes norteamericanos cuentan con un nivel de educación más alto y son más ricos que la media de la población. En Europa, por el contrario, su nivel de estudios es más bajo y tienen menos recursos económicos que la media —en Alemania, sólo en torno al 10% de la población turca va a la universidad—. Estados Unidos ha asimilado a los musulmanes en su sociedad con más éxito que Europa occidental, y durante un periodo más largo. Los árabes comenzaron a emigrar a Estados Unidos a espuertas durante la segunda mitad del siglo XIX. La inmigración árabe en Europa occidental no comenzó hasta después de la II Guerra Mundial, cuando muchos llegaron como braceros o con contratos temporales. En Francia y Alemania, muchos musulmanes viven en complejos de viviendas protegidas segregados del resto de la población. En Estados Unidos, la presencia musulmana es mucho más dispersa. Una excepción la constituye Detroit, que cuenta con una populosa comunidad musulmana, pero no una que viva con estrecheces.

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Imagen de archivo de los terroristas Shahzad Tanweer, Germaine Lindsay y Mohammed Sidique Khan en la estación de Luton.

Estados Unidos ha sido tradicionalmente considerado menos clasista y más abierto a la inmigración que Europa. "Hay algo de cierto en nuestros mitos nacionales, que sugieren la idea de que existe posibilidad de participación política, algo en lo que los países europeos aún están poniéndose a nuestro nivel", observa Jonathan Laurence, un politólogo de la Universidad Boston College. Por su parte, Christopher Caldwell, autor de un libro que está a punto de publicarse sobre la inmigración musulmana en Europa occidental, apunta también que Estados Unidos está libre de la lacra imperial de Oriente Próximo y el Sur de Asia. "Algunas de estas relaciones vienen contextualizadas de antemano debido al precolonialismo", observa. Caldwell opina que, aun así, los norteamericanos no deberían dejarse llevar por la autocomplacencia sobre una habilidad superior para integrar a los musulmanes en el estilo de vida norteamericano. No fue hasta 2006 cuando un musulmán tomó asiento en la Cámara baja estadounidense y ninguno ha llegado a ser miembro del Senado (salvo si consideramos a James Abourezk, que fue nombrado senador en los años 70, convirtiéndose en el primer senador norteamericano de ascendencia árabe —es hijo de cristianos libaneses—). Por otra parte, está claro que a los siete profesionales de la medicina arrestados en relación con los atentados fallidos de Glasgow y Londres no les faltaron oportunidades educativas y de labrarse un buen porvenir.

La escasez relativa de radicalismo islamista en Estados Unidos es como poco tan concomitante a la demografía estadounidense como lo es a su excepcionalidad. Los musulmanes simplemente pasan más desapercibidos entre la población estadounidense que en muchos otros países occidentales. La población musulmana representa aproximadamente el 3% de los habitantes del Reino Unido, el 4% en el caso de Alemania y el 9% en el de Francia. En Estados Unidos, se acerca al 1% y están dispersos en un área geográfica mucho más extensa y tanto la cifra de inmigrantes latinoamericanos como la de sus descendientes supera con creces a la de los musulmanes. En Europa occidental sucede más bien al contrario. Los musulmanes representan por sí solos el grupo de inmigrantes más numeroso en Francia, Alemania, Bélgica, Países Bajos (donde constituyen la mayoría de la población inmigrante total) y en Reino Unido (donde entre todos los inmigrantes representan la mayoría).

Entre una cuarta parte y la mitad de los musulmanes norteamericanos son afroamericanos. A través de la historia, los musulmanes negros nacidos en Norteamérica han confraternizado más bien poco con los árabes y con los musulmanes nacidos en el extranjero, y mientras que Al Qaeda ha tratado de reclutar a musulmanes blancos, según Lawrence, "no hay señal" que indique que lo hayan logrado (los árabes son menos del 0,5% de la población de EEUU y la mayoría de ellos son cristianos, principalmente del Líbano, Siria y Egipto). Entre los musulmanes nacidos en el extranjero que viven en Estados Unidos, cerca de una cuarta parte son chíitas —muchos refugiados de la revolución iraní de 1979— y por tanto no ven con buenos ojos el seguimiento suní a Al Qaeda. La población musulmana en Europa, por el contrario, es fundamentalmente suní, y recala característicamente así: en Francia, procedente de Argelia y Marruecos; en Alemania, de Turquía, y en el Reino Unido, de Pakistán y el subcontinente asiático.

Por la razón que sea, los musulmanes norteamericanos parecen mucho menos inclinados a apoyar la yihad que sus homólogos en Europa. En el Reino Unido, el 81% de los musulmanes se considera a sí mismos musulmanes ante todo, y después británicos. En Estados Unidos, sólo un 47% se siente musulmán antes que norteamericano. Tras el 11-S, el 58% de los musulmanes norteamericanos se mostró de acuerdo con la represalia del presidente Bush a los atentados. En un sondeo de opinión del Pew Research Center, el 51% de los encuestados manifestó estar muy preocupado por el aumento del extremismo islamista, una proporción que en el informe calificó de "mucho mayor que la preocupación manifestada por los musulmanes en la mayoría de los países de Europa occidental, Oriente Próximo o en cualquier otra parte".

Queda claro entonces que los norteamericanos musulmanes están poco dispuestos a cometer actos terroristas dentro de Estados Unidos. ¿Por qué no 'solucionan la papeleta' en su lugar los norteamericanos 'no musulmanes'?

En realidad, lo hacen. En abril de 1995, Timothy McVeigh y Terry Nichols destruyeron por completo con un camión bomba un complejo de edificios del gobierno federal en la ciudad de Oklahoma, exterminando a 168 personas e hiriendo a 500. Por su parte, Ted Kaczynski, también conocido como el 'Unabomber', fue arrestado en abril de 1996 por asesinar a tres ciudadanos y herir a otros 22. En julio de 1996, un experto en explosivos del Ejército de EEUU, Eric Rudolph, explosionó una bomba en el estadio olímpico de Atlanta, liquidando a un ciudadano e hiriendo a 11; más tarde, también hizo estallar bombas en dos clínicas de interrupción del embarazo y en una discoteca frecuentada por homosexuales, que se saldó con una víctima mortal, el guarda de seguridad, y 12 heridos. En septiembre y octubre de 2001, alguien envió esporas de carbunco a ciertos medios de comunicación e instituciones públicas, asesinando a cinco personas. El FBI cree que el artífice fue un científico del Ejército norteamericano llamado Bruce Ivins, que se suicidó cuando la pista se cerraba tras él. Éstos no son más que los terribles sucesos de los que todos hemos oído hablar. La cuestión es que el terrorismo de procedencia interna en Estados Unidos es bastante habitual. El FBI computó 24 incidentes terroristas dentro de Estados Unidos entre 2002 y 2005; todos excepto uno fueron perpetados por ciudadanos norteamericanos (la excepción fue un ataque a un aeropuerto que acabó con la vida de dos personas cuyo autor fue el conductor de una limusina, un egipcio que llevaba 10 años residiendo legalmente en Estados Unidos). Salvo en el caso de McVeigh y Nichols, estas 'criaturas' estadounidenses cargadas de odio, sin embargo, no protagonizaron actos violentos a gran escala. Catorce años más tarde, la barbarie de la ciudad de Oklahoma se ve más como una pesadilla puntual que como una tendencia.

Lo que coloca a esta teoría un peldaño por encima en la cadena de preocupación es la desafortunada realidad de que no hacen falta necesariamente tantas personas, ya sean musulmanas o no, para sembrar el terror con un acto terrorista. Tan sólo tres individuos fueron condenados por el atentado de Oklahoma. Incluso en el 11-S tan sólo hicieron falta 19 secuestradores de avión dispuestos a inmolarse. La teoría del 'melting pot' o de la norteamericanización no puede acallar del todo la angustia norteamericana ante un hipotético, estadísticamente insignificante, grupo de personas que desea lo peor a los norteamericanos.

[Actualización: Gallup and the Coexist Foundation acaba de publicar lo que parece ser el sondeo de opinión más exhaustivo que se ha hecho sobre los musulmanes norteamericanos. Se puede consultar un resumen o el informe completo.]

Enlace a la Fuente Original.

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NotaPublicado: 16 Abr 2009 20:53 
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La teoría del peso del éxito

* O cómo pueden los terroristas perfeccionar lo ocurrido el 11-S
* ¿Está Al Qaeda trabajando para culminar 'su obra' con un ataque químico o nuclear?

Ralph Ellison publicó en 1952 su primera novela, 'The Invisible Man' ('El hombre invisible', en su edición en español), que fue galardonada con el Precio Nacional del Libro de EEUU. El New York Times afirmó que el escritor había "alcanzado la maestría". En 1963, Ellison anunció que pronto publicaría su segunda novela. Los círculos literarios contuvieron el aliento. Y el libro seguía sin ver la luz. Entre tanto, 'El hombre invisible' empezaba a ser reconocida como posiblemente la mejor novela norteamericana del periodo de entreguerras. Transcurrieron los años. 'Tu silencio me impide escribir', telegrafió Ellison a su futura esposa. En 1994, murió sin que su segunda novela estuviera siquiera cerca estar acabada.

¿Es Osama Bin Laden el Ralph Ellison del terrorismo?

De acuerdo con esta teoría, los ataques del 11-S tuvieron un éxito tan aplastante que dejaron al liderazgo de Al Qaeda bregando para trazar y culminar si cabe un plan aun más aterrador y destructivo contra Estados Unidos. En su libro 'The One Percent Doctrine' (editado en español como 'La doctrina del uno por ciento'), el periodista Ron Suskind vislumbra en los entresijos de los servicios de inteligencia estadounidenses la sospecha de que "Al Qaeda no estaría dispuesta a actuar a no ser que pudiera poner la puntilla a los ataques al World Trade Center y el Pentágono con algo todavía más devastador, abriendo una vertiginosa espiral de fiebre y terrible expectación sobre 'la que se nos puede venir encima después de esto". A este libro le siguió otro en 2008, 'The Way of the World' ('Cómo se mueve el mundo: un relato de verdad y esperanza en tiempos de extremismo', sin edición en español), donde Suskind parafrasea a Saad al Faqih —un disidente saudí que el Departamento del Tesoro de EEUU considera que mantiene lazos con Al Qaeda que se remontan a mediados de los años 90—, pronosticando un atentado "de mayor magnitud que los del 11-S". El propósito de una escalada tal sería incitar un levantamiento interno que obligaría a Estados Unidos a la retirada del mundo musulmán y por consiguiente "colapsar el orden mundial". La represalia estadounidense al 11-S tanto en Afganistán como en Irak sugiere con contundencia que sucedería justo lo contrario, pero eso es lo de menos. "Los terroristas beben compulsivamente de lo más profundo del pozo de su propia propaganda", sostiene Bruce Hoffman, un experto en terrorismo del Edmund A. Walsh School of Foreign Service de la Universidad de Georgetown, quien escribió el año pasado: "Indudablemente, el movimiento continúa anclando sus esperanzas y su fe en un atentado terrorista insólito y espectacular que catapultaría de nuevo a Al Qaeda hacia su prominencia".

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Un ataque de semejante envergadura requeriría con toda probabilidad un arma química, biológica o nuclear. Y sabemos que Al Qaeda ha intentado hacerse con las tres.

En 2001, el Wall Street Journal descubrió un archivo protegido con contraseña titulado 'Yogurt' en un ordenador que había usado previamente Ayman al Zawahiri. 'Yogurt' resultó ser el nombre en clave de un proyecto con armas químicas y biológicas en el que Al Qaeda llevaba trabajando desde 1999. "El poder devastador de estas armas es tan fuerte como el de las armas nucleares", plasmó con excitación (y falta de exactitud) Al Zawahiri en un memorando. Estaba especialmente interesado en desarrollar un arma a partir de carbunco y contrató los servicios de un microbiólogo llamado Abdur Rauf para obtener las esporas y equipamiento necesarios. No se ha podido determinar con precisión cuánto avanzó en su propósito. Al Zawahiri se valió también de los servicios de un egipcio que adoptó el pseudónimo de guerra Abu Khabab para desarrollar armas químicas. Este proyecto progresó hasta el punto en que Khabab fue capaz de experimentar con gas neurotóxico en gatos y conejos (actualmente, Rauf está fuera de alcance pero bajo vigilancia en Pakistán, que se niega a entregarle a Estados Unidos). La CIA acabó con Khabab en julio en un ataque aéreo perpetrado en una zona tribal remota en la frontera entre Pakistán y Afganistán donde se habían redistribuido los principales dirigentes de Al Qaeda tras la invasión estadounidense.

Las pruebas de que estos esfuerzos siguen vigentes son aisladas. En julio, una bióloga experta en Neurología llamada Aafia Siddiqui, sospechosa de mantener vínculos con Al Qaeda, fue arrestada en Afganistán y extraditada a Nueva York, acusada de haber intentado liquidar a tropas estadounidenses. Actualmente aguarda a ser procesada. Cuando la detuvieron, se informó de que se le había incautado documentación sobre armas químicas, biológicas y radiológicas (las llamadas 'bombas sucias'). A finales del pasado mes de enero, se dijo que un miembro asociado a Al Qaeda en Argelia había notificado al cabeza de Al Qaeda que esto zanjaba una instalación para desarrollar armas químicas y biológicas tras un accidente fatal. Se especuló sobre si los terroristas estaban intentando sembrar una plaga de peste bubónica, pero sobran los motivos para ser escépticos sobre que hayan intentado hacerse valer de este recurso.

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[align=center]Pakistán es uno de los países con programa nuclear que preocupa a Occidente. En la imagen, unos camiones de las fuerzas de la OTAN fueron incendiados por insurgentes, este domingo.[/align]

Al Qaeda lleva tras la adquisición de armas nucleares desde comienzos de la década de los 90, cuando a Osama Bin Laden le estafaron por nada menos que un millón y medio de dólares en su intento de comprar uranio altamente enriquecido. Un mes antes del 11-S, Bin Laden y Al Zawahiri se citaron con el Sultán Bashiruddin Mahmud, uno de los adalides clave del programa nuclear de Pakistán, conocido por sus excéntricas y apocalípticas ideas acerca de las armas nucleares y el Islam (Mahmud insistió, de forma inverosímil, en que únicamente pretendía recaudar fondos para una universidad politécnica que quería construir en Kabul, pero Bin Laden siguió instigándole para que fabricara una bomba nuclear para Al Qaeda, a lo cual se negó. Desde entonces, permanece bajo vigilancia paquistaní). En la reunión, Bin Laden le dijo a Mahmud que había adquirido material nuclear de Uzbekistán, pero que no tenía suficiente como para hacer una bomba nuclear. La noticia sobre esta reunión contribuyó a que el pánico se extendiera como un reguero de pólvora en la CIA en octubre de 2001 en torno a un informe, que más tarde se demostró que era falso, donde se mantenía que Al Qaeda había robado del arsenal nuclear de Rusia una bomba de 10 megatones. Al Zawahiri ha alardeado desde entonces de que Al Qaeda tiene armamento nuclear en su poder, pero es altamente improbable. Sí es posible que Pakistán, al liberar recientemente de arresto domiciliario al físico nuclear A. Q. Khan —quien vendía secretos nucleares a Corea del Norte, Irán y Libia— haya agravado el riesgo de proliferación nuclear, pero es difícil saber en qué medida.

Graham Allison, un politólogo de la Universidad de Harvard de cierto renombre, sostuvo en su libro 'Nuclear Terrorism' (editado en castellano como 'Terrorismo nuclear: una catástrofe evitable') que "es más probable que se dé un ataque terrorista nuclear contra Estados Unidos en la próxima década que lo contrario". Cuando salió la edición de bolsillo, añadió un epílogo asegurando que "la probabilidad, incluso el carácter inevitable de un ataque terrorista, salvo cambios en las políticas y prácticas actuales" había aumentado con respecto al año anterior. En 'World at Risk' (El mundo el peligro) —un informe sobre proliferación y terrorismo publicado en diciembre de 2008—, Allison y sus colegas miembros de un comité de expertos fijaron el límite de nuevo en 2013, ampliaron la ubicación a "algún lugar en el mundo" y abrieron el abanico armamentístico a agentes biológicos y químicos. Tales previsiones provocan que otros expertos en terrorismo pongan los ojos en blanco. John Mueller, otro politólogo del Estado de Ohio, quien considera que la percepción de amenaza terrorista es exagerada, se burló de Allison por predecir nada menos que allá por 1995 "actos de terrorismo nuclear contra objetivos norteamericanos antes de que esta década toque a su fin" (es decir, los años 90).

De hecho, el terrorismo nuclear no es tan probable. Mueller destaca que las bombas nucleares rusas tamaño maletín, que ocupan un lugar destacado en las reflexiones sobre bombas nucleares sueltas y manejables, fueron fabricadas en su totalidad antes de 1991 y dejaron de ser operativas tres años más tarde. Es extremadamente difícil hacerse con uranio enriquecido: en el transcurso de la última década, argumenta Mueller, tan sólo se ha sabido de la existencia de 10 ladrones. El material robado pesaba tan sólo unos siete kilos, lo cual ni se acerca a la cantidad necesaria para fabricar una bomba. Una vez que se adquiere el uranio, fabricar la bomba es sencillo en teoría (el activista antinuclear Howard Morland publicó en 1979 un famoso artículo en la revista 'The Progressive' sobre ello), pero bastante complicado en la práctica, razón por la que hacerse con armamento nuclear ha supuesto décadas de trabajo a países enteros, y únicamente se ha logrado en algunas ocasiones (transportar plutonio, otro material fisible, acarrea un riesgo tan elevado que los expertos en prevención de la proliferación apenas abordan la problemática en sus debates).

Hacer acopio del material necesario para crear una bomba biológica puede llegar a resultar en cierta forma más sencillo, pero llegar a crearla sería mucho más complicado, tal como lo atestigua el hecho de que dichas armas apenas se han desplegado, ni siquiera por parte de naciones, no ya de terroristas. En las contadas ocasiones en las que se han empleado, no han cumplido con las expectativas que se habían depositado en ellas como armas de destrucción masiva. John Parachini, de la Corporación RADN (acrónimo de los vocablos en inglés 'Research and Development', es decir, investigación y desarrollo respectivamente) testificó ante el Congreso de Estados Unidos en 2001 que "quizá del factor más disuasorio del uso de armas biológicas es que los terroristas saben que pueden infligir más estragos y muertes (y ya lo han hecho) con explosivos convencionales que con armamento no convencional". Este mismo argumento es extrapolable al caso de las armas químicas. En teoría, como apunta el periodista Gregg Easterbrook (citando un informe del Congreso de EEUU), en condiciones ideales una tonelada de gas neurotóxico GB tiene potencial para aniquilar hasta a 8.000 seres humanos. Sin embargo, es "altamente improbable" que un grupo terrorista pudiera llegar a adquirir tanto gas neurotóxico GB, dado que las condiciones ideales implican falta de sol y de viento, e incluso una ligera brisa podría reducir las víctimas a 800. Acabarían antes detonando una bomba convencional en la plaza de cualquier ciudad.

Por otra parte, antes del 11-S, ningún ingeniero de caminos especializado en estructuras que se preciase habría imaginado que fuese posible reducir a cenizas las torres del World Trade Center y a sus ocupantes estrellando dos aviones contra ellas. La amenaza de un ataque aun más destructivo que el 11-S es lo que dos analistas del riesgo califican de "baja probabilidad, alto riesgo". La probabilidad es remota; las consecuencias, devastadoras: posiblemente esto es lo que convierta esta perspectiva en una tentación tan desafiante para quienes sembraron la muerte del 11-S como lo fue para Ralph Ellison dar carpetazo a su segunda novela.

Enlace a la Fuente Original.

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NotaPublicado: 16 Abr 2009 21:08 
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La teoría del 'efecto flypaper'

* Al Qaeda está muy ocupada atacando a norteamericanos en Irak para atentar en EEUU


Los ataques del 11-S provocaron la invasión estadounidense de Afganistán, cuyo régimen de los talibanes estaba dando cobijo a Al Qaeda. Eso tenía sentido. Más tarde desencadenó la invasión estadounidense de Irak. Y eso ya no tuvo sentido. La Administración Bush alegó que Sadam Husein mantenía estrechos lazos con Al Qaeda. Esta afirmación estaba basada en:

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Soldados norteamericanos en Irak, esta semana.

1. Las alegaciones de una investigadora del American Enterprise Institute (AEI) llamada Laurie Mylroie, que más tarde se desacreditó;
2. La confesión bajo amenaza de tortura por parte de las autoridades egipcias de un prisionero miembro de Al Qaeda, que luego se retractó;
3. Un informe falso de los servicios de inteligencia checos acerca de una reunión en Praga entre el cabecilla de los secuestradores de los aviones del 11-S y un agente de los servicios de inteligencia iraquíes;
4. La aventurada queja del secretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld de 12 de septiembre de 2001, quien espetó en una reunión de la Casa Blanca que "en Afganistán no hay objetivos militares que valgan la pena, y en Irak sí los hay", y
5. Ciertos complejos de Edipo del presidente George W. Bush.

Este pretendido vínculo del terror contradecía rotundamente los hallazgos de los servicios de inteligencia, lo cual llegó a ser de sobra conocido por la opinión pública antes de que comenzara la guerra de Irak. Para la Administración Bush, la falta de pruebas verosímiles que evidenciaran vínculos entre este país y Al Qaeda era muy frustrante, sobre todo después de que fuera desmentida la otra razón principal para justificar la invasión: la presencia de armas biológicas, químicas y posiblemente nucleares en Irak.

Entonces sucedió algo extraordinario. Los lazos con Al Qaeda se hicieron realidad. Tras la invasión de EEUU, Irak se estaba codeando de repente con terroristas fieles a Al Qaeda. Por descontado, esto constituía un duro revés tanto para el incipiente Gobierno iraquí como para los militares norteamericanos, ambos de los cuales tomaron parte en ataques violentos al tratar de imponer el orden. Pero permitió al presidente Bush reafirmarse en sus teorías: '¿Lo veis? ¡Os dije que la guerra en Irak formaba parte de la lucha contra el terror!' Así nació la teoría del 'efecto flypaper'. [Nota de la traductora: 'flypaper' es un papel atrapamoscas. Esta teoría hace alusión a mantener al enemigo a distancia, pero no quiere decir que se le tenga atrapado o acorralado]

La teoría del 'efecto flypaper' plantea que Al Qaeda no está perpetrando atentados en Estados Unidos porque está demasiado ocupada atacando a norteamericanos en Irak. Tomada en ocasiones por una 'estrategia', se trata en realidad de una justificación a posteriori (si la Casa Blanca de Bush había supuesto que Al Qaeda andaría pululando dentro de Irak, no habría dado por sentado antes de la invasión que las tropas norteamericanas serían acogidas como "libertadores, no conquistadores"). El comandante Ricardo Sánchez, por entonces al mando de las tropas militares de EEUU en Irak, tal vez fuera el primero en formular la teoría del 'efecto flypaper' en una entrevista que le hizo Wolf Blitzer.

Citar:
Esto es lo que yo llamaría un imán terrorista, donde Norteamérica, presente aquí en Irak, se erige como oportunidad de dar en el blanco, si se puede. Pero es justo aquí donde queremos combatirles. Justamente aquí. Venimos preparados para enfrentarnos con ellos y esto evitará que los ciudadanos norteamericanos tengan que volver a pasar por ataques en Estados Unidos.


El presidente Bush parafraseó estas palabras en su discurso a la nación de junio de 2005:

Citar:
Irak es el último campo de batalla en esta guerra. Muchos de los terroristas que asesinan a hombres, mujeres y niños inocentes en las calles de Bagdad son seguidores de la misma ideología sanguinaria que arrebató la vida de los ciudadanos de Nueva York y de Washington y Pensilvania. Tan sólo existe una forma de acabar con ellos: vencerles en el exterior antes de que nos ataquen en casa.


Un debate responsable sobre la teoría del 'efecto flypaper' requiere que seamos cautelosos en algunos puntos. Para empezar, no todos los insurgentes que han luchado contra las tropas de EEUU en Irak procedían de fuera del país —ni siquiera la mayoría—; en 2005, el 'Washington Post' estimó que los extranjeros representaban entre el 4 y el 10%. Incluso si nos referimos a Al Qaeda en Irak, el grupo al que parece que se aplica mejor esta teoría, está integrado fundamentalmente por iraquíes, y se trata más de una franquicia de Al Qaeda que de una filial. Otra reserva que no debemos ignorar es que la CIA llegó a la conclusión ya en 2005 de que, para el extremismo islamista, Irak constituía como poco tanto un territorio de entrenamiento como un papel atrapamoscas. El número de yihadistas antioccidentales para quienes la guerra de Irak fue un caldo de cultivo 'sobrepasa' probablemente al de quienes de entre ellos murieron en esta misma guerra.

Para lo que aquí nos ocupa, sin embargo, la advertencia que no debemos perder de vista es que la teoría del 'efecto flypaper' se ha convertido como mucho en una explicación histórica, no en una guía para comprender la realidad actual. La lucha en Irak ya no es ni mucho menos tan activa hoy, y Al Qaeda ha estado en la cuerda floja allí como poco desde 2007. El fundador de esta organización, Abu Musab al Zarqawi, fue eliminado en un ataque aéreo de junio de 2006, y, en mayo, su sucesor, Abu Ayyub al Masri, sufrió en sus carnes la humillación de ver al Gobierno de EEUU rebajar la recompensa puesta por su cabeza de 5 millones de dólares a 100.000.

Buenas noticias por tanto para Irak pero no tan buenas para los norteamericanos que temen que aún venga otro ataque detrás de lo del 11-S. Fuera en la medida que fuera que Al Qaeda y sus afiliados se mantuvieran distraídos con la Guerra en Irak, no lo están ahora. ¿Qué fue de todos aquellos yihadistas entrenados? ¿Están reconduciendo sus esfuerzos para conspirar contra Estados Unidos? Lo desconocemos. La teoría del 'efecto flypaper' merece el lugar que ocupa en la cadena de preocupación no porque explique las cosas, sino por los muchos imponderables que puede explicar.

Enlace a la Fuente Original.

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NotaPublicado: 16 Abr 2009 21:08 
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Quedan tres artículos que colgaré mañana.

Un saludo

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