Cecilio Andrade escribió:
Las Ocho Leyes del Liderazgo.
Mantener absoluta integridad.
Si bien el resto de estas normas no está enumerado en un orden particular, expongo esta ley primero por una razón. La mayor parte de los líderes afirman que la integridad es vital y que es la base de todo porque el liderazgo es confianza. Si el líder no se comporta con absoluta integridad, no se ganará la confianza de nadie, no importa que trate de obedecer otras leyes. Los líderes que triunfan revelan que el término integridad implica algo más que no decir mentiras. Por ejemplo, se pueden decir "mentiras oficiosas" siempre que no sean para beneficio del líder, y que cuando se digan no afecten la integridad. Sin embargo, integridad equivale a hacer lo correcto aún cuando nadie nos esté observando.
En la obra Taking Charge, cuyo autor es Perry Smith, general de división de la Fuerza Aérea de los EE.UU., Smith nos habla de Mildred "Babe" Zaharias, quien ganó una medalla de oro Olímpica y posteriormente se convirtió en jugadora de golf profesional. En cierta ocasión, Zaharias se encontraba jugando golf cuando al efectuar un golpe, involuntariamente se equivocó y golpeó la bola equivocada, en una acción que nadie había presenciado. Zaharias se autoimpuso como castigo dos golpes más. "¿Por qué lo hiciste?" le preguntó un amigo; mientras añadía, "nadie se dio cuenta." Zaharias respondió, "yo me di cuenta". Ésta es la clase de integridad que los líderes afirman que es vital; ésa es la clase de líder al que debemos seguir aunque "nadie se dé cuenta".
Smith es un líder que tiene el don de la integridad. Como consultor de la estación de televisión, CNN, primero fue contratado durante la Guerra del Golfo. Hizo tan buen trabajo que la CNN lo retuvo como consultor. El año pasado, la CNN se preparaba para transmitir una historia relativa a los EE.UU. que alegaba que sus fuerzas habían lanzado gases tóxicos contra sus propias tropas durante la guerra de Vietnam. Smith sabía que la historia era falsa y lo puso en conocimiento de la CNN antes de que la historia fuera transmitida. Hizo todo cuanto pudo para convencer al CEO de la CNN que suprimiera la nota. Cuando no logró lo que se había propuesto, públicamente presentó su renuncia. Esta acción obligó a la CNN a tomar las precauciones del caso. La CNN entregó las pruebas a un investigador independiente, quien confirmó los argumentos que había presentado Smith y eventualmente, la CNN se vio obligada a retractarse y a despedir a algunas de las personas directamente responsables del hecho.
Conozca su trabajo.
Ningún líder puede saberlo todo, pero cuanto más conozca sus responsabilidades, mejor. En la Segunda Guerra Mundial, el Ejército de los EE.UU. llevó a cabo el más exhaustivo estudio sobre el liderazgo que se haya hecho hasta ahora. Algunas de las universidades más prestigiosas, incluso Harvard, Yale y Princeton, hicieron el estudio. Los 12 millones de personas bajo bandera sirvieron como adecuado espectro para realizar la experimentación. Además, hicieron una encuesta entre personas muy importantes: los soldados, quienes esperaban encontrar el liderazgo entre sus oficiales. Se les preguntó a los soldados qué era lo que querían aprender de los líderes. La integridad era elemento tan fundamental que ni siquiera se incluyó en la lista de opciones que se les presentó. Entre las opciones enumeradas en la encuesta, la seleccionada con preferencia fue que los líderes deben "conocer su trabajo".
Como confirmación de la universalidad de esta ley, me encontré con un discurso pronunciado por el capitán Wolfgang Lueth, uno de los ases de submarinos alemanes que lucharon en la Segunda Guerra Mundial, en el que claramente indica que llegó a igual conclusión. Solía decirles a los cadetes navales alemanes: "A sus tripulaciones no les importará que ustedes sean perfectos idiotas, lo que sí les importa es que ustedes puedan hundir barcos."
A sus subalternos les importa un pepino cuán bueno sea usted en la política de oficina. Tampoco les importa que usted sea bueno en manejar hábilmente su carrera o que todo le salga correctamente. Lo que ellos quieren saber es que usted sea competente; es decir, quieren saber si usted conoce bien su trabajo.
Diga abiertamente cuáles son sus expectativas.
Esta ley trata de objetivos, metas y visión—y asimismo, de pasar la voz repetidamente por todos los medios posibles. Pero, primero es esencial que usted piense detenidamente. Prefiero decir que usted no puede llegar "allí" hasta que no sepa con exactitud, donde está ese "allí."
Drucker se pasó largo tiempo trabajando y consultando con compañías japonesas. Al comentar sobre la "Teoría Z" en aquellos tiempos cuando se pensaba que ésta era la solución para manejar las compañías norteamericanas, Drucker mantuvo que no se trataba de hablar de "círculos de calidad"* o de alguna otra técnica especial en uso en el Japón, que mejoraba la calidad de los artículos japoneses. Más bien, se trataba de peritos en administración tales como W. Edwards Deming, Joseph M. Juran y otros quienes pusieron a los japoneses al tanto del problema. Los líderes de negocios japoneses entonces expresaron sus deseos de volver a concentrarse en el tema de la calidad. Esto dio lugar a que sus compañías encaminaran sus esfuerzos hacia un tema que anteriormente se había pasado por alto o al que no se le había dado importancia. La calidad y otras técnicas que llegaron a ser técnicas de administración de calidad total dieron más vigor al nuevo enfoque. De manera que esta ley consta de dos partes: determinar cuáles son nuestras expectativas, y acto seguido, exponerlas.
Demostrar una tenacidad inigualable.
Las personas no siguen a su líder si creen que la tenacidad del líder es sólo temporal o que el líder se detendrá sin llegar a la meta que está a punto de alcanzar. ¿Para qué invertir tiempo, dinero, vida o fortuna en algo en que el líder no va a dirigirlos? Otros seguirán sólo al líder cuando estén convencidos que el líder no va a abandonar el intento, no importa cuán difícil sea la tarea o no importa cuáles sean los obstáculos con que tropiece.
La Batalla de Cannas en el año 216 AC fue probablemente la batalla más decisiva en la historia. La mayor parte de los militares estudian esta batalla por sus lecciones sobre estrategia y sobre el empleo exitoso de lo que ha llegado a conocerse como el doble envolvimiento. Pero Cannas también ofrece a los líderes otra lección importante. El comandante cartaginés Aníbal hizo frente a las fuerzas romanas que le superaban en número en una relación de casi cuatro a uno. Aníbal demostró una tenacidad inigualable: "Encontraremos un camino, o haremos uno." Es evidente que su tenacidad claramente inspiró a sus hombres. Casi el 80 por ciento de esa avasalladora fuerza romana quedó muerta en el campo de batalla.
Cuando el general de división Nathanael Greene combatió en las Carolinas (del Sur y del Norte) durante la Revolución Americana, Greene también demostró su tenacidad cuando dijo lo siguiente: "Combatimos, nos derrotan, nos levantamos y volvemos a combatir." Durante la Guerra Civil, en una nota enviada el general Henry W. Halleck, el general Ulysses S. Grant escribió: "Me propongo combatir hasta el final aunque nos tome todo el verano." No fue sorpresa entonces cuando Robert E. Lee, general de las Fuerzas Confederadas, manifestara su preocupación respecto a Grant, la primera vez que lo hacía de un general de las Fuerzas de la Unión.
Siempre habrá obstáculos.
Una vez alguien dijo, "No hay sueños sin dragones". Cuando usted demuestre que su abnegación es inusual, sus seguidores sabrán que el tiempo y esfuerzo que inviertan no será en vano. Asimismo, saben que el líder no se alejará—que el líder se quedará hasta que la tarea esté terminada. Sí, hay dragones; pero la calidad de tenacidad y compromiso que demuestre el líder inspirará a todos positivamente y los animará para que el líder y sus seguidores arremetan contra los dragones.
Esperar resultados positivos.
Es cierto que un líder que espere resultados positivos no todo el tiempo podrá lograrlos debido a circunstancias ajenas a su voluntad. También es cierto que cabe la probabilidad de que un líder que no espere resultados positivos, tampoco los logrará. Hace varios años, Chester L. Karrass dijo, "Ustedes no reciben lo que se merecen—sino lo que negocian," al decir esto, demostró que lo que afirmaba era muy cierto. En miles de experimentos de negociaciones, Karrass se dio cuenta una y otra vez que cuando más esperaban los negociadores un trabajo excelente, mejor lo hacían. De manera que, si bien los resultados positivos esperados no siempre llevan al éxito, no se debe dejar de aspirar a tales resultados porque si se deja de hacerlo, el resultado será menos que satisfactorio, y quizás hasta lleve a un fracaso.
Cuando las cosas empeoraron, con sus tropas rodeadas por fuerzas superiores y a más de 1.600 kilómetros del apoyo de fuerzas amigas, Jenofonte les dijo a sus oficiales: "Todos estos soldados tienen los ojos puestos en ustedes. Si se dan cuenta que ustedes están descorazonados, ellos se convertirán en cobardes. Si ustedes están preparados para responder al enemigo, y si motivan al resto de sus soldados para poner todo su empeño, pueden estar seguros que sus soldados les seguirán y harán todo esfuerzo para imitarlos." Jenofonte esperaba resultados positivos, y los logró.
Cuide a su gente.
En una reciente reducción, los CEO que se sacrificaron por sus empleados, incluso recortaron sus propios salarios para evitar despidos entre el personal, fueron recompensados, porque sus empleados se convirtieron en empleados más productivos, lo que eventualmente les llevó a obtener mejores ganancias. Los que sacrificaron a otros mientras aceptaban bonificaciones y aumentos de sueldo para ellos mismos no obtuvieron iguales resultados. De acuerdo con el coronel Harry G. Summers, un comandante tiene la responsabilidad "de proteger a sus subalternos de todo ataque caprichoso y arbitrario". Summers está totalmente en lo correcto.
Para ilustrar su punto, Summers aludió a una acción en combate en Vietnam. El general de brigada James F. Hollingsworth, un subcomandante de división, voló en un helicóptero sobre las posiciones de batalla de Summers. Hollingsworth llamó por radio al teniente coronel Dick Prillamn, jefe de batallón de Summers, y le dijo que uno de sus comandantes de compañía estaba casi copado. "Quiero que lo releve de inmediato," puntualizó. Prillaman no hizo esperar su respuesta y contestó: "Él está haciendo precisamente lo que yo quiero que él haga. Si usted desea relevar a alguien, entonces reléveme a mí."
Hollingsworth muy bien pudiera haber relevado Prillaman. En lugar de hacerlo, dijo: "Maldita sea, Dick, no te alteres. Es que desde aquí se ve todo tan confuso. Vé allí y verifica lo que está haciendo." Para el momento en que Prillaman se retiró del Ejército de los EE.UU., ostentaba el rango de teniente general.
Los buenos líderes que cuidan a su personal tienden a recibir ascensos, pero, claro está, esto último no es algo que se les garantiza. La decisión que debemos tomar es determinar si estamos primordialmente interesados en ser un verdadero líder o en ser ascendido bajo cualquier circunstancia. La mayor parte del tiempo, el buen liderazgo y el ascenso ocurren al unísono, pero no siempre.
El deber antes que el interés propio.
El deber consta de dos elementos, a saber, la misión y la gente. A veces, la misión ocupa el primer lugar; a veces la gente. Sin embargo, para un verdadero líder, hay algo que jamás es primero: los intereses y el bienestar personal.
Todas las Fuerzas Armadas del mundo tienen grandes ejemplos de los que pusieron el deber delante del interés personal. Howard Gillmore fue comandante del USS Growler, un submarino estadounidense que efectuaba su cuarta patrulla de combate en el sudoeste del Pacífico.
Obligado a emerger a la superficie para cargar los acumuladores del submarino en la oscuridad de la noche del 7 de febrero de 1943, Gilmore y su tripulación no avistaron a un buque de guerra japonés hasta que era demasiado tarde. El buque enemigo se acercó para embestir al submarino recién emergido. Gilmore se apresuró a maniobrar al submarino con agilidad, y logró cambiar el curso del Growler y evitar el ataque del cañonero. Durante un breve tiempo, la tripulación del buque atacó con todas sus armas a fin de dañar al Growler, y así evitar que huyera, de manera que los buques enemigos que se encontraban cerca pudieran acabar con el submarino.
Gilmore ya había ordenado a los que estaban en cubierta que despejaran el puente. Él era el único que para ese entonces no había entrado al submarino. Antes de que se pudiera poner a cubierto y ordenar que el submarino se sumergiera, Gilmore fue alcanzado por el fuego enemigo.
Aún se encontraba con vida, pero apenas sí podía moverse. Sabía que su tripulación y submarino estaban amenazados por el buque enemigo y otros más que se acercaban. No podía alcanzar la tapa de la escotilla, ni sus hombres podían salir del submarino para arrastrarlo hacia el interior del mismo, lo que hubiera ocasionado más demoras, y esto hubiera sido fatal para su tripulación. Era preciso que el submarino se sumergiera de inmediato. De manera que Gilmore dio la orden final aunque sabía que tal acción equivalía a su muerte: "Sumerjanse."
El Growler sufrió serias averías, pero la tripulación logró mantenerlo bajo control y condujo al submarino hacia un puerto seguro. Indudablemente se inspiraron en el espíritu combativo y valiente de su capitán, quien ofrendó su vida al poner el deber antes que su seguridad personal. A Gilmore se le condecoró póstumamente con la Medalla de Honor del Congreso de los EE.UU. por el valor demostrado. Afortunadamente, las situaciones en tiempo de paz no precisan de este tipo de sacrificio. Pero, no nos equivoquemos, si el líder antepone el deber a los intereses personales, el líder tiene que sacrificarse.
Vaya a la vanguardia del combate.
Hay líderes que sienten que deben mantenerse totalmente apartados. Creen que deben analizar los hechos fría y cuidadosamente y tomar decisiones sin permitir que sus decisiones sean afectadas por influencias foráneas. Desde el punto de vista de los líderes, la toma de decisiones debe hacerse lejos de donde ocurre la acción, lejos del ruido y de las presiones del tiempo y otros problemas que le distraigan de su habilidad para pensar con calma y lucidez.
El liderazgo tiene un lugar para pensar en forma meditativa y para el análisis mesurado, pero muchos líderes han tergiversado sus prioridades.
La mayor prioridad consiste en que el líder se mantenga al tanto e informado de lo que ocurra y del lugar donde ocurre la acción; allí donde los que hacen el trabajo real, hacen que las cosas sucedan. Estos líderes no pueden dirigir desde un escritorio en una oficina con aire acondicionado.
El historiador militar John Keegan ha escrito muchas obras profesionales sobre mando y estrategia. En su clásico tratado sobre la esencia del liderazgo militar, The Mask of Command, Keegan llega a la siguiente conclusión: "El primer y mayor imperativo del mando es el de estar presente en persona." Esto significa que el líder debe apersonarse, mirar y ser visto. De esa manera, el líder puede enterarse de lo que está bien y lo que necesita corregirse. Usted debe asegurarse que sus objetivos, metas y visión se estén realizando según su intención. Puede hacer correcciones en el lugar que sea necesario. Contarlo tal cual es. Puede dar el ejemplo. A su vez, su personal le dirá qué es lo que piensan. Usted se puede comunicar con ellos de tal forma que ninguna encuesta efectuada por un consejero pueda igualar. Cuando usted se encuentre al frente y "sea uno de ellos," los demás lo sabrán y de seguro responderán a su liderazgo.
Me permito llamar a las ocho leyes universales que he tratado aquí "el material del que están hechos los héroes" . Póngalos en práctica. Seguro que obtendrá tan buenos resultados como los obtuvo Jenofonte hace 2.000 años.