«Las cuestiones estratégicas no me interesan», dice Silva. «Me interesa la experiencia individual en el espacio bélico por la simple razón que es una experiencia límite. Eso tiene un gran valor literario. Jenofonte ya hablaba sobre los conflictos morales: los hombres van a la guerra para morir o para matar».
Lo que seduce de ambos libros es el ritmo narrativo. Como si para el soldado en la batalla el futuro fuera ayer o una mera quimera. La guerra es un espacio muy confuso, perentorio, todo está sujeto a la voluntad de un ejecutor.
- La manera de cómo se mandó a la Plus Ultra a Irak fue denigrante -Colomer tiene ganas de mover ficha.
- Tan denigrante como la actitud posterior de Federico Trillo, el entonces ministro de Defensa, que dedica a la guerra dos párrafos en sus memorias -Silva busca el jaque mate.
Antes de que la Brigada Plus Ultra II se instalara en la base de Al-Ándalus, existe una cronología de la guerra en la que cada acontecimiento tiene el calibre de una bala: 11-S, atentado en la Torres gemelas. Enero de 2002, George Bush hace un discurso en la ONU denunciando a los países del «Eje del Mal». Tambores de guerra. Europa dice no a la intervención. Manifestaciones generalizadas. No en mi nombre. No a la guerra por el petróleo. 15 de marzo de 2003, reunión de Bush, Blair y Aznar en las Azores. Sadam es el señor del terrorismo y tiene armas de destrucción masiva. 20 de marzo, primer bombardeo de Bagdad. Empieza la llamada Irak Freedom. 20 de abril, entran las tropas americanas en Bagdad. La ONU da permiso a EE.UU y Gran Bretaña para que reconstruyan el país. 11 de julio, despliegue de las tropas españolas. Misión: pacificar y reconstruir el Irak. 19 de agosto, atentado en la sede de la ONU en Bagdad. 30 de noviembre, asesinato de siete miembros del CNI. Finales de diciembre, detención de Sadam. 11 de marzo, atentado en la estaciones de Madrid. 4 de abril, batalla de Najaf.
- ¡Ah!, y el Prestige, la invasión de la Isla de Perejil y enarbolamiento de la bandera de la Plaza Colón -añade Colomer en un tono jocoso.
La cronología de una guerra o la progresión de un desastre.
- ¡La guerra de Irak no está justificada! -exclama Silva-. Leyendo las memorias de Bush y de Blair, te das cuenta de que no había un plan de reconstrucción. Dejaron el país desabastecido.
Y frente a lo injustificado, el silencio como norma por parte del PSOE y el PP. La Brigada Plus Ultra II llegó a Irak para sustituir a la Plus Ultra I en una misión de seis meses cuyo cometido era, por orden del gobierno y los mandos militares, reconstruir el territorio tratando de establecer relaciones fraternales con los habitantes de las zonas ocupadas, desde la base Al-Ándalus construida en el campus universitario de Najaf. Junto a los españoles, cuyo coronel era el jefe de la base, convivían soldados salvadoreños del Batallón Cuscatlán, soldados la Guardia Nacional de Alabama, mercenarios de la empresa privada del Blackwater y el representante de la Administración americana.
- Todos los entrevistados no españoles tienen una imagen nefasta de la participación española. Sobre todo después de la batalla del 4 de abril -dice Colomer.
La réplica de Silva es inmediata. «Los españoles no tenían recursos. Si no se hubieran producido los atentados del 11-M se habrían mandado 2.500 soldados más».
Ambos están convencidos de que de haber ganado el PP las elecciones sólo había dos soluciones: o la retirada de las tropas o el envío de una división entera. En este caso mal armado pero con muchos $%&/.
- Cuando hablamos de la incompetencia de los mandos deberíamos leer el libro sobre la guerra de Marruecos escrito por el general Manuel Goded. En Irak sucedió algo parecido: desastrosa dirección política y una nula inteligencia militar -dice Silva-. Suerte que nuestros soldados eran gente experta y veterana.
- Además, si te saltas las normas te meten en un consejo de guerra y te acusan de asesinato -refuta Colomer-. Lo que yo quise trabajar en la novela fue el clima que había dentro. Los salvadoreños y los norteamericanos nos odiaban.
Las memorias del impresentable Paul Bremer, el señor de la guerra, tuvieron un efecto devastador en la reputación del ejército español. Una herida aún abierta. El ambiente era cada vez más enrarecido, y a raíz de la provocadora detención por parte de los norteamericanos de Al Yacubi, el lugarteniente de Al sadr, el ejército de Mahdi, un contingente mal armado y poco instruido, decidió atacar la base al Al-Ándalus con la intención de conquistarla. Era el 4 de abril de 2004, y se habían juntado el hambre de los norteamericanos por implicar a otras tropas aliadas en la contienda y las ganas del Al Sadr, «el clérigo Play Station», añade Colomer, por prender la llama de la insurrección. Cada baja era un mártir, cada mártir mil nuevos insurgentes.
Aunque el ex ministro de defensa José Bono calificó la refriega de tiroteo, en Najaf hubo una batalla simétrica. Murieron cientos de insurgentes y en las tropas aliadas hubo algunas bajas. Tras la victoria, los salvadoreños y los norteamericanos acusaron a los hombres del Batallón Plus Ultra II de haber actuado con pasividad. Para Silva esa pasividad se debió al precario armamento del que disponía el ejército y a las órdenes llegadas desde las alturas. Colomer no le contradice, pero en su cerebro aún resuena la palabra cobardía pronunciada por muchos de los reservistas extranjeros a los que entrevistó.
Coindicen en una evidencia: en las alturas había pavor de ver las portadas de los periódicos colmadas de cadáveres de soldados patrios muertos en una guerra impopular. Tras la caída política de Aznar y la derrota electoral de su partido como consecuencia de la mentira de todas las mentiras, los pilares políticos del país estaban agrietados.
Abril fue el anuncio de una década cruel en un territorio desgarrado. Pero por orden el presidente Zapatero, los hombres de la Brigada Plus Ultra II abandonaron el país. Algunos dicen que entre escupitajos e insultos de los soldados aliados y los iraquíes que dejaban abandonados a merced de la ferocidad de los insurgentes.
- Ese sí es un punto oscuro, una vergüenza -dice Colomer-. Muchos de los iraquíes que habían trabajado con el ejército español desaparecieron poco tiempo después.
- Por lo menos, se les tendría que haber dado un visado -añade Silva-.
La resaca fue dura. La guerra costó 250 millones de euros y todas las inversiones en infraestructuras programadas en territorio conquistado quedaron en nada.
Y para los soldados de la Brigada Plus Ultra II, ni honor, ni recuerdo y profundas mellas psicológicas tras un conflicto global que dura ya 16 años.
http://www.elmundo.es/cultura/2017/01/2 ... b45b7.htmlLa batalla más importante en la que combatió el Ejército español en los últimos 50 años nunca tuvo lugar. Sin embargo, Álvaro Colomer ha escrito sobre ella una novela de investigación, Aunque caminen por el valle de la muerte (Random House), que podría ser definida como la versión española de Black Hawk derribado. El 4 de abril de 2004, tres semanas después de los atentados de Madrid, la base española Al Andalus en Nayaf, ciudad santa chií en Irak, sufrió un asalto por parte de las milicias de Muqtada al Sáder. El ataque se produjo cuando el Gobierno del PP, que metió a España en Irak, había perdido las elecciones y el Ejecutivo socialista estaba tomando posesión. Aznar negaba la existencia misma de una guerra, que definía como una intervención humanitaria, y Zapatero quería sacar cuanto antes a las tropas españolas de la Brigada Plus Ultra. En medio de este impasse político, estallaron todos los infiernos.
"Hice 200 entrevistas, viajé por España, a Irak, El Salvador, Estados Unidos. Han sido casi ocho años de trabajo", explica Colomer (Barcelona, 1973), autor de tres novelas —Los bosques de Upsala (2009) es la última— y de libros de no ficción como Guardianes de la memoria, un viaje por los escenarios del terror en Europa. "La historia surge de un modo casual. Quería escribir un relato de acción, una novela de mercenarios. Pero cuando estaba haciendo las primeras entrevistas, un militar me explicó que conocía una gran historia, con mercenarios y soldados. Olvidé entonces la novela que quería escribir para dedicarme a este proyecto", prosigue. Al principio, el Ministerio de Defensa se negó a colaborar porque nadie quería sacar del olvido unos hechos enterrados bajo el polvo del desierto.
La batalla de Nayaf se prolongó durante cerca de ocho horas y pudo ser un desastre para el Ejército español. Combatieron mercenarios de Blackwater —que el reportero Gervasio Sánchez, que se encontraba en ese momento en la base, fotografió en acción en unas imágenes que dieron la vuelta al mundo—, soldados estadounidenses y salvadoreños. El papel de las tropas españolas nunca estuvo claro y sigue siendo discutido: sus reglas de enfrentamiento les impidieron contestar al intenso fuego enemigo pero, a la vez, participaron en una heroica misión de rescate de soldados salvadoreños que quedaron atrapados en medio de la refriega. Los estadounidenses acusaron a los españoles de cobardía.
Colomer escribió un primer borrador de la historia desde la no ficción, pero se dio cuenta de que no funcionaba y prefirió construir el relato como una novela, aunque anclada en la realidad. "Más que una novela basada en hechos reales, es una novela basada en hechos narrados. Todo lo que cuento me lo han contado, hay tantas versiones de la batalla que no puedo decir que es no ficción porque existen muchas contradicciones en los relatos. Por ejemplo: ¿quién pegó el primer tiro? Me incliné por la que me parecía más lógica porque nadie se ponía de acuerdo", explica.
Sobre este mismo combate, en el que murió un soldado salvadoreño, resultaron heridos unos 20 estadounidenses y murieron decenas, tal vez centenares, de iraquíes, escribió Lorenzo Silva junto a Luis Miguel Francisco un relato de no ficción, Y al final la guerra. El enfoque de Colomer es diferente, es una novela de acción, con muchos tiros, un relato bélico, aunque no esquiva ninguno de los temas delicados que rodearon aquel enfrentamiento, sobre todo por qué los soldados españoles no combatieron durante aquella refriega.
Pese a ser una novela con personajes inventados (aunque corresponden a trasuntos reales o son la suma de varios personajes), el relato está marcado no por decisiones puramente narrativas, sino por su relación con la realidad, si es que tal cosa existe en el combate. En la descripción que traza Stendhal de Waterloo en La Cartuja de Parma, su protagonista, Fabrizio del Dongo, básicamente no se entera de nada, ni siquiera de si ha tenido lugar una batalla. Algo parecido le ha ocurrido a Colomer: ha realizado decenas de entrevistas a todas las partes que participaron en el enfrentamiento —mercenarios estadounidenses, reservistas de Alabama, soldados salvadoreños y españoles y, en el otro lado, milicianos del Ejército del Madhi— pero cada versión es diferente de la anterior. "Por eso estructuré la novela en pequeños capítulos, en los que cada una de las partes cuenta su visión", explica el autor, quien ha hecho todo un curso de terminología bélica y armas. La precisión de su lenguaje bélico es digna de un Antony Beevor.
La batalla de Nayaf tuvo una influencia enorme sobre la posguerra, porque el levantamiento de la milicia chií del Ejército del Madhi fue uno de los factores que obligó a los estadounidenses a acelerar la transición un año después de la invasión que derrocó a Sadam Husein en 2003. No existió, pero la historia militar española no puede entenderse sin aquel combate.
http://cultura.elpais.com/cultura/2017/ ... 75997.html