TRES.
Calles, polvo y callejones.“Las batallas se ganan con los puños, y las palabras sirven en el consejo. Conviene, pues, no hablar, sino combatir.”
Homero, “La Iliada”.Calles vacías. Nubes y más nubes de polvo. Asfixiante, opresivo. Ahogaba toda posibilidad de respirar, de ver, de planificar cualquier movimiento.
- Mie*** de polvo. – Escupió “Boxer”. Literalmente. Masticaba el polvo que le erosionaba y manchaba en ocre los dientes.
“R2” asintió sin dejar de mirar al frente. Mirar, que no ver, apenas veía el extremo de su fusil.
Habían logrado romper el cerco, pero al hacerlo las unidades habían perdido cohesión. Las fuerzas locales se dejaron llevar por la euforia de la ruptura y ahora estaban desorganizados. Por suerte los bárbaros de enfrente no estaban mucho mejor. Por ahora al menos.
Se movian poco a poco. Controlando cada paso, cada giro, cada desplazamiento. Mantenían las riendas de su personal bajo control. No hacerlo, dadas las circunstancias, era clamar por un desastre.
Usaban las gafas “contra ventisca” sobre los ojos con los kufiyyas o shemaghs protegiendo la boca y nariz. Aun así masticaban el polvillo ultrafino que se burlaba de ellos traspasando las supuestas protecciones.
Curioso equipo el de “Boxer” y “R2”. El primero un cincuentón escolta, contratista, ex… mil cosas más. Un “gringo” de origen panameño y sangre italiana. Parlanchín y de buen humor, profesional como pocos. El segundo un infante de marina, recalcando siempre lo de “Infantería” y “Marina de Guerra”, seco y callado, tan profesional como su compañero. Curioso binomio.
El resto tropas locales que los seguían por pura fuerza de carisma y ejemplo del duo.
Las ondas expansivas de las granadas de mortero, propias y bárbaras, agitaban el maldito polvo en todas direcciones. Cada poco alguna caía más cerca de lo deseable, arrojándoles encima tierra, piedras junto con inmundicias varias de las que preferían ignorar composición y origen.
“R2” bajó un momento su shemagh para escupir, con gesto de hastío, una masa grumosa y marrón indefinida. Tras volver a cubrirse con el pañuelo observó con calma característica el entorno
- Demasiado tranquilo. – Gruñó “Boxer” al otro lado de la estrecha calle por la que se movían.
Seguían avanzando entre un mundo fantasmagórico de polvo y explosiones aparentemente lejanas. Alcanzaron el final de la calle, una medio derruida nave industrial de algún tipo. La situación actual no había sido muy generosa con ella, apenas parecía sostenerse.
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