Blackwater escribió:
Después de la II Guerra Mundial se encontraron 8.000 cartas de admiradoras del führer
El carisma de Adolf Hitler hechizó a muchas mujeres alemanas. Unas 8.000 cartas, encontradas en las oficinas del führer después de la II Guerra Mundial, en 1946, por el soldado estadounidense William C. Enker, lo demuestran.
El contenido de las misivas es de lo más variopinto, pero todas demuestran la devoción que sentían las germanas adictas al régimen por el dictador. En los escritos, las mujeres se prestan a facilitar todo tipo de servicios a su gran jefe.
En ocasiones, la oferta consistía en algo tan inocente como cortar los cabellos del führer de forma gratuita. Otras veces, las peticiones eran un poco más sugerentes: "Querídísimo Adolf, soy una mujer de Sajonia que desea tener un hijo suyo", revela una admiradora.
Contenido sexual
Los sentimientos manifestados por las féminas son equiparables a los de las groupies de hoy día: "Mi amor más caliente. Me gustaría comerte y devorarte de amor, pero no puedo porque qué dirían los demás", revela una de sus seguidoras.
Algunas de las cartas establecen sutiles paralelismos entre el sexo y la guerra: "Quiero abrir mi ‘frente' para que usted pase y sienta cuánto le quiero".
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"Si no puedo estar al lado del III Reich soy un cadáver viviente". Su sentimiento se hizo realidad de forma literal
En esa misma línea se expresaban muchas muchachas. El poder que ejercía su líder provocaba en ellas un efecto afrodisíaco: "Quiero besar tus cuatro letras" (eufemismo para referirse al trasero), escribe una de las fans. Sin embargo, el führer no se dejaba seducir fácilmente y siempre afirmó que "su gran novia" era Alemania.
Consecuencias dramáticas
Además, las misivas podían tener consecuencias dramáticas para las autoras. Los funcionarios de Hitler encargados de leer los mensajes antes de dárselos al gran dictador tomaban medidas represoras cuando consideraban excesivo o exagerado el contenido de las epístolas.
En ocasiones, éstas consistían en vigilarlas o hacerles advertencias. Por desgracia, a veces los nazis iban más allá y las metían en manicomios. Una vez allí, a algunas se las asesinaba. Como a muchos enfermos, el régimen las consideraba inútiles para alcanzar los objetivos del nacionalsocialismo y una tara para la raza aria.
Una nota encontrada por el soldado norteamericano Enker junto a las 8.000 cartas muestra una orden de ingreso de una admiradora en una clínica de salud mental. El documento contiene una copia del fragmento que escribió la mujer por el que caería en desgracia: "Si no puedo estar al lado del III Reich soy un cadáver viviente". Su sentimiento se hizo realidad de forma literal.