Las mentiras y engaños de la Legión en la muerte de un joven de 21 años
Alejandro Jiménez Cruz nació legionario. Cada paso que dio en la vida iba dirigido a convertirse en Caballero de la Legión. No hubo esfuerzo, por intenso o complicado que fuera, que doblegara su voluntad. Lo logró a los 21 años. Cuando se enfundó el verde, creyó haber llegado al paraíso. La plena felicidad le duró apenas 5 meses. Este pasado mes de marzo, durante un ejercicio de tiro con fuego real en Alicante, recibió un impacto en el corazón y murió. A sus padres, que desde entonces viven en un mundo sin color, les explicaron que había sido un accidente: "Una bala rebotada". Desde los máximos cargos militares, hasta la ministra de Defensa, Margarita Robles, abrazaron esa versión. Juanjo, el padre, se la creyó a pies juntillas. ¿Cómo unas personas tan honorables, tan respetuosas, tan familiares, iban a engañarle?
Pero llegó la Guardia Civil a buscar la verdad. A los investigadores, nada más conocerlos, también les espetó el capitán Antonio Cabello, al mando de las maniobras en las que murió Alejandro: "Ha sido un rebote. No hace falta ser un lince". Los agentes, auténticos especialistas en investigación criminal, le respondieron: "¿En qué te basas? ¿Qué pruebas tienes? ¿Cómo has llegado a semejante conclusión?". "Lo he visto mil veces", contestó agobiado el capitán. Si los rebotes de balas son el pan nuestro de cada día, menudo descontrol hay en el ejército español. Cuando los agentes le pidieron que relatase algún ejemplo concreto, el capitán no supo qué responder pero insistió cerril: "Ha sido un rebote".
Durante meses el grupo de homicidios de la Guardia Civil de Alicante se enfrentó a un mundo de mentiras y silencio que todavía persiste. A pesar de ello, este grupo ha conseguido levantar las capas de basura y podredumbre en las que la Legión ha querido enterrar la muerte de Alejandro. Esta es la lista de graves irregularidades, incluso delitos, que dejan a la Legión a la altura del betún:
1º El chaleco antifragmentos que se le entregó a Alejandro Jiménez Cruz para participar en un ejercicio de fuego real estaba caducado. Es obligatorio que el teniente o el capitán cuiden que el material esté en perfectas condiciones, pero les dio igual. No lo revisaron.
2º Para evitar que un legionario muera si le pegan un tiro, en el chaleco se deben colocar las llamadas "placas balísticas". Son un trozo de un metal especial y grueso que para los impactos y te salva la vida. El gobierno se gastó un dineral de nuestros impuestos en comprarlas en 2012. Según los legionarios interrogados, nunca han sido usadas. A la hora en la que Alejandro se desangraba, las placas andaban apoyadas contra una pared en un almacén cogiendo polvo. Después del fallecimiento, la legión las ha limpiado y ha decidido empezar a usarlas. Un estudio de la Guardia Civil determina al 100% que si Alejando hubiese llevado las placas balísticas durante el ejercicio habría sobrevivido.
3º El capitán Cabello, máximo responsable del ejercicio, pidió a los legionarios que mintieran a la Guardia Civil. Quería ocultar el verdadero lugar donde había muerto Alejandro. Desplazó la escena del crimen varios metros. También mintió cuando dijo que él estaba en las instalaciones en el momento del suceso. Es falso. La investigación ha determinado que allí no estaba y él ha tenido que reconocer que es un mentiroso.
4º El sargento Guil y el capitán Cabello presionaron a los testigos para que no respondieran a las llamadas de los investigadores y, cuando fueron interrogados, para que tuvieran respuestas breves antes esos "mierdas de guardias civiles".
5º El ejercicio de fuego real debía estar planificado por escrito y no lo estaba. Tanto es así que, cuando el joven legionario recibió el impacto de una bala en el pecho, la ambulancia solo tenía un conductor.
6º Estaba prohibido que en el ejercicio de fuego real disparasen los tenientes o el sargento. Sin embargo, el sargento Guil sacó su fusil y disparó. La bala que mató a Alejandro salió de su arma. Él lo niega. Jura que no apretó el gatillo, pero la ciencia forense no miente.
7º La Guardia Civil precintó el lugar donde se hizo la práctica de fuego real. Nadie podía entrar, pero los legionarios recibieron la orden de recoger todas las vainas que encontrasen.
8º Mientras se realizaba el ejercicio de fuego real, había otro grupo de legionarios a solo unos metros realizando al mismo tiempo otro. El capitán dice que lo prohibió, pero los tenientes y el sargento niegan haber escuchado esa orden.
Solo Francisco, un legionario honrado, tuvo el valor de contar las mentiras y las presiones que estaban viviéndose en la Legión con la intención de ocultar lo que ocurrió. Este hombre entiende que ser un Caballero Legionario significa honor y verdad y él cumplió con esas dos proclamas. El resto de su grupo, lo marginó. El sargento Guil le gritó delante de otros compañeros: "Vas a meter en un lío al capitán, le vas a arruinar la vida, so cobarde. ¡Pedazo de maricón! Cómo tienes esa poca vergüenza".
Cobarde es quien no sabe enfrentarse a la verdad, no quien tiene el valor de contarla. Y ruina, ruina de vida es la que tienen los padres del joven Alejandro. Su padre Juanjo ha decidido hablar por primera vez. Es piloto de helicópteros de rescate en El Estrecho. Ha salvado la vida de cientos de personas, pero a su hijo no. Esa herida no deja de sangrarle: "Me preguntan que por qué sigo volando con la tristeza tan grande que llevó colgada. Lo hago por dos razones: tengo que seguir salvando vidas y, además, cada vez que vuelo estoy más cerca de mi hijo, que está en el cielo". Su entrevista completa, mañana en El Confidencial.
https://www.msn.com/es-es/noticias/espa ... li=BBpm69L
alvarocnp escribió:
Capitán y Sargento: vergonzoso,bochornoso,cobarde...
Francisco un hombre ,honrado y valiente, aunque me temo que tenga que cambiar de destino,a la vista está
Ánimo para la familia
falcata75 escribió:
Hace ya un tiempo en otro hilo me referia a las grandes luces de nuestras Fuerzas Armadas a lo largo de su dilatada historia y de la propia Historia con mayusculas...pero tambien,por desgracia, a sus grandes sombras...
En la que yo destacaba el CLASISMO como uno de sus grandes males : Blancos ,mulatos y negros ( con perdon y sin animo de ofender a nadie y mucho menos caer en racismo )...¿ Cómo arruinar la carrera de un capitan ?? ( es decir, un oficial, un BLANCO ) por haber incurrido en la negligencia y responsabilidad de la muerte de un soldado ( es decir, un clase tropa, un NEGRO )
La pregunta del millon es ¿ Que hubiera ocurrido si se cambiasen los papeles de los sujetos ? ...Si un soldado cayera en la negligencia o fuese responsable directo por malas practicas de la muerte de un oficial ????
- ¡Ahhhhh! ¡Me han dado! ¡Me han dado!”.
Un grito de dolor se eleva por encima de todos los disparos del campo de tiro militar en Agost (Alicante). Son las 6 de la tarde del 25 de marzo y un hombre cae al suelo. “Me han dado”. Es la alerta desesperada del caballero legionario Alejandro Jiménez Cruz al ser alcanzado por una bala en el pecho mientras hace maniobras. “Me han dado”, dice, antes de desplomarse. Tal vez fueron sus últimas palabras. Su quejido sordo retumba, sobre el polvo, durante el entrenamiento con fuego real que ese día acabó con su vida. Tenía solo 22 años y llevaba 5 meses en la Legión.
Sucedió durante un ejercicio de tiro del III tercio D. Juan de Austria de la Legión. Un trágico accidente, decían: una bala, procedente quizás del otro pelotón que estaba haciendo el mismo ejercicio unos metros más allá. Mala suerte. Un proyectil perdido que habría rebotado en una piedra para colarse por la axila del chico, el único lugar que el chaleco antifragmentos no protegía. Un cúmulo de desgracias sin más explicación posible. Nada que investigar. No hay nada más que ver por aquí, circulen. Esa fue, al menos, la versión oficial. La que sostuvieron los legionarios testigos, los oficiales, los altos mandos y hasta la ministra de Defensa Margarita Robles. Una gran mentira.
Alejandro Jiménez Cruz, el joven soldado caído.
Alejandro Jiménez Cruz, el joven soldado caído.
Ahora, EL ESPAÑOL ha tenido acceso al sumario del caso. Más de 1.500 páginas en las que los investigadores de la Guardia Civil desmontan, punto por punto, el gran engaño que aquellos militares pretendieron consolidar. Ni fue una bala rebotada, ni le entró por la axila, ni procedía de otro pelotón. A Alejandro Jiménez Cruz, el “legionario Cruz”, lo mató una bala que le entró por el pecho, nunca por la axila. Tampoco hubo rebote en ninguna piedra: el disparo vino directo, según confirmaron en balística. Y lo que es más grave: el proyectil no procedía de ningún otro batallón: la Guardia Civil ha concluido que a Alejandro lo mató su propio sargento, S.A.G.P, que se encontraba solamente unos metros detrás de él.
“Donde reina la alegría”
“La 6ª compañía, donde reina la alegría”, es el lema de la 6º compañía del III Tercio D. Juan de Austria de la Legión. Sus hombres se habían desplazado desde Viator (Almería) hasta Agost (Alicante) para llevar a cabo un ejercicio de tiro con fuego real. Una práctica habitual para los soldados. De hecho, el presunto homicida declaró que él había llevado a cabo miles de veces desde que formaba parte de la legión.
La primera irregularidad se encuentra en la indumentaria. A los participantes del ejercicio se les dotó de un chaleco protegido por placas metálicas… con la particularidad de que las placas se las habían dejado guardadas en un cajón. Siempre se hacía así, reconocieron después soldados y mandos. A pesar de los riesgos implícitos de una operación de tal riesgo, las placas reposaban en un armario y solamente se utilizaban cuando los soldados hacían guardia.
Reconstrucción de los hechos en el campo de tiro.
Reconstrucción de los hechos en el campo de tiro. EL ESPAÑOL
Sobre las 4 de la tarde, los militares fueron divididos en dos pelotones de 7 personas cada uno y debidamente separados. Ambos grupos realizarían el ejercicio de forma simultánea, alejados entre sí para evitar que una bala de fuego amigo acabase provocando una tragedia. De este modo, los hombres fueron dispersados en dos grupos a lo largo de una llanura que acababa en un merlón; esto es, una especie de montículo de tierra. Una cresta. Una pequeña elevación en la que se ubicaron los blancos a atacar a tiros.
Cada legionario disponía de su propio fusil de asalto y obedecía las órdenes de su sargento que, desde una posición más retrasada, daba la orden de abrir fuego, de cesarlo, de cambiar de objetivo o de finalizar el ejercicio, clavar rodilla en tierra y descargar el arma. Así estaba Alejandro Jiménez Cruz cuando lo mataron: desarmado y con una rodilla en tierra.
Rodilla en tierra
El pelotón obedecía las órdenes del sargento S.A.G.P, que era el que ordenaba disparar. Pero cuando parecía que había concluido la práctica de tiro, el sargento S.A.G.P se inventó un enemigo de última hora. Uno que no estaba previsto en el plan inicial. Otro objetivo al que disparar que hizo que la alineación inicial de los soldados en forma de W se modificase. En esa W, Alejandro ocupaba uno de los vértices superiores, el flanco izquierdo. En el derecho se encontraba F.J.P., el mejor amigo de Alejandro en la Legión. Su compañero de piso y de vivencias desde que ambos ingresaron en el tercio. El militar al que le han destrozado la vida algunos de sus propios compañeros a posteriori.
Todo sucedió muy rápido. Después de improvisar este último objetivo a disparar, los soldados recibieron órdenes de su sargento de clavar rodilla a tierra y descargar el arma. El ejercicio, parecía, había concluido, mientras en el otro pelotón seguían disparando a sus dianas. Fue entonces, cuando parecía que la situación ya no comportaba ningún tipo de riesgo, cuando se escuchó el estremecedor aullido de Alejandro.
Taquilla del legionario fallecido.
Taquilla del legionario fallecido. EL ESPAÑOL
El sargento S.A.G.P es un almeriense (pero nacido en Bilbao) de 32 años que estaba al cargo de la coordinación del ejercicio. Él fue, según los testigos presenciales, el primero en ir a socorrer a Alejandro. A pesar de que se encontraba en una posición más retrasada y que debería haber sido el que más problemas tuviese para identificar lo que había sucedido, salió como una exhalación a ayudar al soldado herido. Mientras gritaba “¡Alto el fuego!” y el teniente advertía por radio de que había habido un accidente al grito de “Real, real, real”, Alejandro perdía la conciencia. Tanto el sargento como otro legionario con conocimientos sanitarios fueron los primeros en aplicarle los primeros auxilios. Ellos, por tanto, taponaron la herida con sus propias manos. Ellos, por tanto, vieron que el chico había recibido el tiro en el pecho y no en la axila.
Cinco minutos tardó en llegar la ambulancia, según los testigos. Pero la gravedad de la herida motivó que el soldado fuese trasladado a un helicóptero sanitario, que lo llevó hasta el hospital. No se pudo hacer nada por su vida. No serían ni las ocho de la tarde cuando se certificó la defunción del legionario Cruz.
Miente el capitán
Si el caso empezó con irregularidades, siguió con mentiras. Al frente de la compañía estaba A.C.R., un joven capitán tinerfeño, de 32 años, que en el momento del accidente no se encontraba con el resto de los militares presente durante en el ejercicio. Estaba en otra base, recogiendo munición. Uno de los tenientes que vio caer a Alejandro fue el que le comunicó por walkie que se había producido un accidente. Acudió raudo el capitán al lugar de los hechos. No era obligatorio que el capitán estuviese presente durante el ejercicio, pero él sostuvo, desde el primer momento, que sí que se encontraba allí cuando Alejandro recibió el tiro. Mintió desde el primer momento.
Balas como las que perforaron el pecho de Alejandro.
Balas como las que perforaron el pecho de Alejandro. EL ESPAÑOL
Lo sostuvo en su testimonio ante la Guardia Civil de Novelda (Alicante) cuyos agentes se desplazaron hasta el lugar de los hechos para iniciar una investigación). En todo momento, el capitán A.C.R. se mostró esquivo y poco colaborador con los investigadores. Su rango militar, superior al de los agentes que le interrogaban, hizo que les contestase con impertinencias. Y en su cabeza (y en sus declaraciones), una única teoría: la bala había llegado rebotada por el disparo de algún soldado del otro pelotón: “No hace falta ser un lince para saberlo”, les contestaba con altivez, al tiempo que apremiaba para que el cuerpo de Alejandro fuese “incinerado para poder recibir un funeral”. Los agentes le dijeron que eso no iba a suceder mientras hubiese una investigación en curso. El capitán se ponía nervioso por momentos y repetía que lo que había pasado estaba claro. Que fue un rebote y que él había visto eso miles de veces. Parecía misteriosamente interesado en que el cadáver del legionario fuese quemado cuanto antes.
Pero, dentro de la tragedia para Alejandro y su familia, una circunstancia permitió que la investigación siguiese adelante. En condiciones normales, una bala de este calibre hubiese atravesado el cuerpo del legionario. Sin embargo, el proyectil quedó alojado dentro de su cuerpo. Eso iba a permitir que se identificase la bala que lo había matado. Cada arma es una huella dactilar. El iris de un ojo. No hay dos iguales. Un estudio pormenorizado de balística acabaría determinando quién fue el militar que disparó.
“Me va a caer un puro”
Con la investigación en marcha, el capitán convocó el día 27 a los militares que habían estado presentes durante el suceso, para afinar las declaraciones. Les hizo formar un corro. Silencio sepulcral. Mientras, él, en el centro, les ordenó mentir:
- “A mí me va a caer un puro muy grande. Yo sé que dentro de tres meses me voy a ir de la compañía. Me mandarán a alguna oficina. Vosotros no sois culpables de esto. Ha sido un accidente y no voy a permitir que nadie os inculpe y os destroce la vida. Decid absolutamente la verdad. Pero no le digáis a la Guardia Civil que consolidásteis a vuestro pelotón arriba. Decid que estábais unos cuatro o cinco metros más abajo”.
Ambulancia que se llevó a Alejandro.
Ambulancia que se llevó a Alejandro. EL ESPAÑOL
Durante esa conversación, a los militares ya los estaban llamando los agentes de la Benemérita para interrogarles. Precisamente durante el speech del capitán A.C.R., sonó un teléfono. Era el del legionario F.J.P., el mejor amigo de Alejandro, que no veía nada claras las directrices que les estaba dando su capitán. Él sabía lo que había pasado y dónde. Estaba dispuesto a decir toda la verdad. Estaba dispuesto a atender a esos guardia civiles que le estaban reclamando por teléfono. Por eso interrumpió el discurso de su capitán. Le mostró el teléfono para que viese que en ese preciso instante le estaban llamando los investigadores. Eso empezó a condenarle. Uno de sus compañeros le afeó la conducta, le requisó el teléfono y le recriminó:
- “¡Pero qué haces! Pareces $%&ª. Eso ahora no importa, que te está hablando tu capitán”.
Dicho esto, el legionario le quitó a F.J.P el móvil de las manos y lo lanzó fuera de su alcance. A los pocos segundos, fue el propio capitán el que recibió la llamada de un teniente de la Guardia Civil. Fue entonces cuando, con sorna, se dirigió a F.J.P y le dijo, en tono de burla:
-“¡Uy! Me está llamando el teniente de la Guardia Civil. ¡Qué miedo! ¿Qué hago, F.J.P? ¿Lo cojo o no?”. Dicho esto, lanzó su propio teléfono al suelo, demostrando que ahí mandaba él.
En los días posteriores, el juez togado de Almería, que fue el encargado de la instrucción del caso, decidió que había indicios más que suficientes como para paralizar la incineración del legionario Jiménez Cruz, muy a pesar de lo que pretendía el capitán A.C.R. El padre del legionario fallecido, antiguo militar, había conseguido su primera victoria: la justicia iba a investigar qué le había sucedido en realidad a su hijo.
El legionario honesto
Los legionarios presentes en el suceso prestaron su primer declaración, teniendo entre ellos numerosas discrepancias. Tras las consignas del capitán, prácticamente todos los testimonios empezaron a concordar. Todos declararon con frases cortas, breves, concisas. Todos negaron que el capitán le hubiese hablado a F.J.P en tono de burla, y sí con ánimo de relajar el ambiente y tranquilizarlo. Pocos recordaban que el capitán les hubiese mandado mentir respecto a su posición. Todos creían en la teoría del rebote de la bala. Todos… menos F.J.P., que fue con la verdad por delante hasta las últimas consecuencias.
La honestidad de F.J.P. fue su condena. Algunos compañeros, conscientes de que estaba contraviniendo las órdenes del capitán, comenzaron a acosarle. No fue solamente hacerle el vacío, que también: le retiraron la palabra, le llamaron maricón y traidor, le eliminaron de todos los grupos de Whatsapp, le abrieron la taquilla y le intentaron introducir munición, a sabiendas de que alojar este tipo de material comporta una falta muy grave.
Balas utilizadas durante el ejercicio de tiro.
Balas utilizadas durante el ejercicio de tiro. EL ESPAÑOL
Los testimonios ante los agentes de la Guardia Civil dieron paso a las declaraciones en sede judicial. Allí, el propio capitán A.C.R. reconoció haberse saltado el precinto que habían colocado la Guardia Civil en el campo de tiro en el que murió Alejandro. Él mismo aseguró haber entrado para limpiar el terreno. Algo que, tal y como había sucedido con su primera indicación de mentir sobre la posición, podría tener como objetivo despistar y entorpecer la investigación.
No hubo sanciones cautelares. Tanto el sargento S.A.G.P como el capitán A.C.R. se mantuvieron en sus puestos. Los dos únicos que se vieron fuera del tercio fueron F.J.P, que acabó solicitando una baja por depresión dado el acoso al que estaba siendo sometido, y Alejandro, al que habían matado.
Miente el sargento
El secreto sumarial se levantó parcialmente en junio, y de forma total al mes siguiente. Fue entonces cuando la familia de Alejandro pudo conocer la verdad. Los análisis de balística de la Guardia Civil no dejaban lugar a dudas: la bala que mató al legionario había salido del fusil del sargento S.A.G.P. Un militar que, durante las primeras declaraciones, sostuvo en todo momento que él no había disparado. De hecho, no tenía por qué hacerlo. Él se encargaba de coordinar el ejercicio. De decidir cuándo y dónde se disparaba, como avanzaba el pelotón y cuando concluía el entrenamiento. Sin embargo, balística no miente: fue una bala de su fusil la que se alojó en en el interior del cuerpo del legionario Cruz.
Del mismo modo, quedó puesto de manifiesto que las circunstancia de su disparo fueron realmente turbias e inexplicables: Alejandro recibió el tiro cuando la práctica supuestamente había terminado. Estaban todos los participantes rodilla en tierra y descargando su munición. Ya solamente quedaba el otro pelotón, separado por el montículo, pegando tiros. El sargento, además, tuvo que girar casi 90 grados desde la posición en la que se encontraba para poder alcanzar a Alejandro con su disparo. Un movimiento anti natural, al que todavía no le han encontrado explicación. Esencialmente porque el sargento ha decidido no colaborar. Del mismo modo, fue el propio sargento el primero que se percató de que su legionario había sido herido, el primero en gritar “Alto el fuego” y el primero en salir corriendo hacia el legionario moribundo.
“Que yo no fui”
A pesar de las pormenorizadas investigaciones de balística, el sargento S.A.G.P. siguió (y sigue) manteniendo que él no fue el autor del disparo. De hecho, en declaraciones en sede judicial, utilizó hasta en seis ocasiones la expresión “Que yo no fui” ante las preguntas del magistrado.
- ¿Cómo disparó a Alejandro?
- Que yo no fui.
- ¿Dónde estaba usted cuando le disparó?
- Que yo no fui.
- Cuando usted le disparó, ¿el resto de compañeros hacían fuego?
- Que yo no fui.
- ¿Por qué lo hizo?
- Que yo no fui.
- ¿Le refirió a algún mando que había sido usted el autor del disparo?
- Que yo no fui
- ¿Por qué no se lo dijo?
- Que yo no fui.
Disparó el sargento
El sargento ultima su declaración asegurando que no entendía el resultado del examen de balística, porque él no había sido. Que no había disparado a su subordinado Alejandro Jiménez Cruz. Sin embargo, los resultados son concluyentes: el proyectil que mató al legionario mallorquín salió del fusil de su sargento, que se encontraba a unos 15 metros detrás de él.
Alejandro Jiménez Cruz, con el uniforme del Ejército.
Alejandro Jiménez Cruz, con el uniforme del Ejército.
Tal y como le habían explicado los agentes de la Guardia Civil al padre del legionario muerto desde el principio de la investigación: “En este caso, alguien está mintiendo desde el principio”. Los esfuerzos del capitán para que incinerasen cuanto antes el cadáver del legionario Cruz se toparon con un magistrado que no vio claras las explicaciones de los legionarios, y con un cuerpo de la Guardia Civil que no cedió ante las presiones de los militares.
La investigación salió adelante y el sumario ya no es secreto. La bala salió del fusil del sargento S.A.G.P, el capitán A.C.R. mintió y contaminó el escenario de la muerte. Y el único legionario que fue adelante con la verdad, F.J.P., sigue de baja médica por depresión, tras haber sufrido el acoso de todos los que antes fueron sus compañeros. Un turbio caso que sacude las estructuras del ejército, pero que será juzgado el próximo año para esclarecer quién mató a Alejandro Jiménez Cruz mientras estaba desarmado y rodilla en tierra.
https://www.elespanol.com/reportajes/20 ... 688_0.htmlEl cuerpo moribundo del caballero legionario Alejandro Pérez Cruz yacía en el suelo, ensangrentado. Le había alcanzado una bala, de origen desconocido (en ese instante) en el pecho, durante unas maniobras de fuego real. Mientras le practicaban los primeros auxilios, uno de los legionarios presentes en el ejercicio que responde a las iniciales F.J.P. y que es amigo íntimo de Alejandro, rompía a llorar. En ese instante, el sargento S.A.G.P. se giró hacia él y le ordenó: “No llores como un maricón, que tú has venido a la Legión a esto, a morir. Si te da miedo vete a trabajar a un Mercadona”.
Ahora, medio año después, las investigaciones han arrojado que fue ese sargento el que disparó la bala que mató a Alejandro. Es una de las pocas certezas que se tienen en el turbio caso de la muerte del legionario Cruz, un joven mallorquín de 22 años que perdió la vida por el impacto de un proyectil en el pectoral el 25 de marzo de 2019 en un campo de tiro militar de la localidad de Agost (Alicante). Otra de las pocas certezas de este expediente es que F.J.P., el legionario que se echó a llorar en el momento que vio a su amigo agonizando, ha sido sometido a un proceso de acoso por parte de muchos de sus compañeros. Este caballero legionario jerezano lleva más de medio año de baja laboral por un cuadro de ansiedad, producto de las represalias que tomaron sus mandos contra él. El motivo: decir la verdad.
“No puedo hablar. No voy a decir nada. Todo lo que dije se lo conté al juez y está en el sumario. Mi postura es prudente. Amo al Ejército de Tierra y respeto a la Legión. Por eso hice lo que hice, porque tenía que cumplir mi deber, que es cumplir con el Credo Legionario. No quiero ningún protagonismo, sólo respeto a la justicia”, fueron las escuetas palabras de F.J.P. ante la llamada de EL ESPAÑOL. Amablemente declinó atendernos. Su abogado así se lo ha recomendado. Mientras el caso siga por los cauces judiciales, no piensa decir una sola palabra.
Imágenes de la reconstrucción de los hechos en el campo de tiro en el que cayó Alejandro
Imágenes de la reconstrucción de los hechos en el campo de tiro en el que cayó Alejandro
Que todavía no haya empezado el juicio es una de las principales razones por las que F.J.P. guarda silencio. La otra es que lo está pasando mal. Sigue de baja. Un cuadro de ansiedad provocado por el miedo que le generaron las represalias de los militares que estaban aquel día en el campo de tiro. Especialmente del sargento S.A.G.P., que lo estuvo insultando sistemáticamente hasta que F.J.P. decidió ponerse en manos de un médico y coger la baja que aún le dura.
La reconstrucción total de la muerte del legionario Cruz: su sargento lo mató de un tiro en el pecho
David López FríasEL ESPAÑOL accede a las 1.500 páginas del sumario del caso: no murió por un rebote de bala y su capitán mintió a los investigadores.
Amigos desde el principio
F.J.P., nacido y residente en Jerez de la Frontera, es un chico con vocación de legionario desde muy pequeño. Su pasión por el Ejército en general y por el Tercio en particular le llevaron a tener claras sus prioridades: decidió ponerse a estudiar para ingresar como caballero legionario, hecho que consiguió en 2018. En esa formación conoció a Alejandro Jiménez Cruz, un jugador de rugby mallorquín de 22 años, que compartía la misma pasión por la legión. Enseguida se hicieron amigos. Compartían tiempo libre, camareta y confidencias. Y a F.J.P. le tocó ver, aquel fatídico 25 de marzo, cómo su amigo caía abatido en extrañas circunstancias. A esa desgracia se le sumió el oprobio de ver cómo su capitán le ordenaba mentir sobre lo que había sucedido. Él desobedeció y aquello le condenó.
¿Cuál fue exactamente el motivo por el que los compañeros le hicieron el vacío y le empezaron a hacer la vida imposible a F.J.P? Contravenir la orden del capitán A.C.R., el responsable último de aquel ejercicio. Un militar canario de 32 años que no estaba presente en el momento en el que murió Alejandro Jiménez. Pero una vez se produjo el suceso, el capitán decidió que la versión que le iban a dar a los investigadores de la Guardia Civil, tanto él como sus hombres, iba a ser distinta a la que pasó en realidad.
“Decid la verdad pero mentid”
La primera mentira del capitán fue, tal y como apunta el sumario, declarar que él se encontraba en el campo cuando Alejandro recibió el tiro. No era cierto. El capitán se hallaba en otra base en ese momento, cogiendo munición. De hecho fue un teniente el que le avisó por walkie de que “hay un accidente real y tiene muy mala pinta”. Cuando el capitán llegó y le informaron de cómo había acontecido el suceso, él se dirigió a sus subordinados en los siguientes términos:
“A mí me va a caer un puro muy grande. Yo sé que dentro de tres meses me voy a ir de la compañía. Me mandarán a alguna oficina. Vosotros no sois culpables de esto. Ha sido un accidente y no voy a permitir que nadie os inculpe y os destroce la vida. Decid absolutamente la verdad. Pero no le digáis a la Guardia Civil que consolidasteis a vuestro pelotón arriba. Decid que estabais unos cuatro o cinco metros más abajo”. Es decir, “decid absolutamente la verdad”, pero “no le digáis a la Guardia Civil la verdad”.
Detalle de una bala como la que mató al legionario Cruz
Detalle de una bala como la que mató al legionario Cruz
Durante aquella reunión en la que el capitán convocó a los testigos del suceso para que falseasen su versión, F.J.P. le mostró el móvil a su superior para que viese que los investigadores de la Guardia Civil le estaban intentando localizar. SU compañero, el Legionario R., le arrancó el teléfono de las manos, se lo tiró al suelo y le llamó $%&ª. Segundos más tardes, los investigadores llamaron al capitán, que les mostró a todos el móvil y dijo en tono de burla: “¡Uy! Me está llamando el teniente de la Guardia Civil. ¡Qué miedo! ¿Qué hago, F.J.P? ¿Lo cojo o no?”, tirando su propio teléfono al suelo.
De aquella reunión salió la orden del capitán de mentirle a la Guardia Civil. Una orden que todos cumplieron salvo F.J.P. ÉL dijo la verdad y fue el primero en testificar. Eso motivó que los otros legionarios y mandos viesen desmontada su mentira desde el primer minuto. Así se lo hicieron saber los soldados que iban saliendo de declarar: “Mi sargento, me han dado por todos lados”. “He tenido que cambiar mi versión entera”. “Hay alguien que ha dicho lo que el capitán dijo que no dijésemos”, fueron los inputs que le llegaron al sargento S.A.G.P. Enseguida asumió que el que se había saltado la orden de mentir fue F.J.P. Ahí empezó el calvario.
“¿Te vas a chivar de que soy facha?”
“Al salir de la comandancia fuimos a un bar a comer y en ese momento noté que todos me hacían el vacío, nadie me dirigía la palabra. EL sargento S.A.G.P me dijo: “Vas a meter en un lío al capitán. Le vas a arruinar la vida. Eres un cobarde y un maricón. ¿También vas a chivarte de que soy un facha?”, todo eso delante del resto de legionarios. Todo eso lo dijo a voces y yo me mantuve callado por el respeto que ha de mantenerse ante un superior”, contó F.J.P. en su declaración, tal y coo recoge el sumario de más 1.500 páginas. Otro compañero legionario también se sumó al escarnio, recriminándole “cómo puedes tener tan poca vergüenza”. En el viaje de vuelta desde Alicante hasta la base de la legión en Viator (Almería) nadie le dirigió la palabra.
A partir de ahí, el infierno. F.J.P. declaró que esos días posteriores al suceso su compañero, el legionario G., se dirigió a él en los siguientes términos: “Eres un maricón. Tú no sirves para esto. Vete de esta compañía. Lárgate a tu $%&ª casa”. Al preguntarle por qué se dirigía a él en esos términos, le contestó: “No te hagas el tonto, tú lo sabes muy bien”.
Alejandro Jiménez Cruz, en una foto de archivo
Alejandro Jiménez Cruz, en una foto de archivo
Pero, con diferencia, el más duro con F.J.P. por haber dicho la verdad fue su sargento, S.A.G.P., el hombre cuyo fusil disparó la bala que mató a Alejandro según han concluido los informes de balística de la Guardia Civil. El sargento, el mismo día que se registró el incidente antes mencionado con un compañero, también arremetió con dureza contra el militar jerezano: “El sargento S.A.G.P. ha dejado de saludarme. Esta mañana, delante de toda la compañía (…) me ha dicho “eres un maricón”, repitiéndolo varias veces”, explica el legionario en sus declaraciones posteriores. Lo indignante del caso es que estos insultos fueron proferidos en presencia del capitán A.C.R., el mismo que les había ordenado mentir. El capitán, como era de esperar, no llamó la atención al sargento ante tal abuso.
“Eres un maricón”
La declaración prosigue: “Al dirigirme al despacho de los tenientes, el sargento S.A.G.P. me ha dicho “eres un maricón, ve y entra”. Al teniente no le he dicho nada de lo que me ha dicho el sargento porque tengo miedo y me siento solo, no puedo confiar en nadie”, le cuenta F.J.P. al juez, poniendo de manifiesto la tendencia homófoba del sargento presuntamente homicida, que repite de forma compulsiva la palabra “maricón” para insultar al legionario F.J.P.
Por la tarde, otro cabo le ordenó a F.J.P. que lavase unos platos sucios que había en el mesón. Cuando F.J.P entró en la estancia para cumplir la orden, el cabo cerró la puerta y le atacó verbalmente: “Qué bajo has caído. Esto es como saltarse un semáforo en rojo. Esto va a perjudicar a la compañía”. El legionario se defendió diciendo que él sólo había dicho la verdad. El cabo se alteró y le expulsó: “Vete, vete de aquí que no te quiero ver la cara”. Ya era oficial: el legionario honesto ya tenía a todos sus compañeros en contra. La situación dentro del cuartel era insostenibe para él.
Esos nervios se complicaron por el hecho de que ese mismo día tocaba otro ejercicio de fuego real, de la misma naturaleza que el que mató a Alejandro Jimenez Cruz. Y a él le tocaba participar, pero con el agravante de que tenía a todos sus compañeros en contra. Cualquier cosa podría pasar allí. Fue entonces cuando F.J.P. se dirigió a superiores de mayor rango que el capitán para hacerles saber que se encontraba en una situación de absoluta angustia y ansiedad. Un Teniente Coronel fue el que le atendió con más corrección, el que le sugirió que fuese a enfermería a que le diesen la pastilla, el que le exoneró de participar en la práctica de tiro y el que le recomendó que condujese con cuidado hasta su casa en Jerez, por el efecto que le podría provocar la pastilla contra la ansiedad que le habían suministrado.
El vacío absoluto
Esa misma noche, F.J.P. detectó que estaba siendo eliminado de todos los grupos de Whatsapp de la Legión en los que estaba incluido. El de su compañía, el del tercio… El vacío absoluto que le estaban haciendo sus compañeros se acababa de confirmar. No era algo personal de su sargento contra él. Y no fue lo último. Según ha sabido EL ESPAÑOL, el legionario fue objeto de otros intentos de boicot, como el hecho de que intentaron forzar su taquilla para introducirle munición. Si en una revisión, le encuentran armamento o munición dentro de su casilla, eso supone una falta muy grave.
F.J.P. se marchó a Jerez con una baja médica que todavía dura. Volvió a tener contacto con sus compañeros el día en el que tuvo que asistir a la reconstrucción de los hechos en el campo de Agost en el que murió Alejandro. El miedo que tenía a posibles represalias fue el que hizo que solicitase acudir a dicha reconstrucción escoltado por la Guardia Civil.
El legionario Cruz murió a causa del impacto de un proyectil en su pectoral
El legionario Cruz murió a causa del impacto de un proyectil en su pectoral
F.J.P no quiere hablar con los medios, a consejo de su abogado. Sólo espera que empiece el juicio el próximo mes de mayo, “a ver en qué lugar me deja a mí. Yo lo único que hice fue cumplir con mi deber, con el credo legionario, que es decir la verdad. Eso es la legión, valores de honestidad y lealtad en los que siempre he creído. He dicho la verdad y no me arrepiento”, concluye. Está a la espera de recuperarse y ser reubicado en otra facción del ejército, porque a la legión no va a poder volver. Ha sido su pasión desde niño, pero este incidente ha acabado truncando el sueño de su vida y la vida propiamente dicha de su compañero Alejandro. Un suceso irreparable del que ya solamente espera “que se celebre el juicio y se sepa la verdad”.
Un legionario muerto en extrañas circunstancias, cuando estaba desarmado y rodilla en tierra. Un disparo directo al pecho que salió del fusil de su sargento, que no tendría que estar disparando. Una versión oficial llena de falsedades. Un capitán ordenando a sus hombres mentir. Un legionario que dice la verdad y es por ello acosado y marginado hasta que no puede más y acaba fuera de la Legión por un cuadro de ansiedad. Una investigación que pone de manifiesto un puñado de irregularidades que hacen de este caso el más grave de la historia reciente del ejército, y que las fuerzas armadas deberán afrontar con todas las consecuencias, en pos de la verdad y de la credibilidad de un estamento tan importante como el Ejército de España.
https://www.elespanol.com/reportajes/20 ... 351_0.htmlLa prueba de balística identificó al autor del tiro que mató al legionario en Agost
Laboratorio de Criminalística. Los informes de los expertos del Departamento de Balística de la Guardia Civil de Alicante resultaron determinantes en el caso de la muerte del legionario mallorquín Alejandro Jiménez Cruz durante unos ejercicios en Agost. Identificaron el fusil del que partió el proyectil y descartaron que fuera un rebote.
El 3 de abril, apenas una semana después de la muerte del legionario mallorquín Alejandro Jiménez Cruz tras recibir un disparo durante un ejercicio de fuego real en el campo de maniobras de Agost, un teniente coronel del Ejército firma un informe interno sobre el incidente. «No se puede determinar que hubiera negligencia por parte de ninguno de los ejecutantes, desconociéndose, con la información disponible hasta el momento, el posible origen del fuego causante del accidente».
No fue una explicación satisfactoria para la Guardia Civil. Durante los meses que siguieron, los agentes del Grupo de Homicidios y el Laboratorio de Criminalística de Alicante realizaron ingentes gestiones, que se han plasmado en un informe de más de 1.500 páginas al que ha tenido acceso INFORMACIÓN. Las pesquisas comenzaron con dieciséis investigados, entre los que estaban los once legionarios miembros de los dos pelotones que participaron en las maniobras, sus respectivos sargentos y tenientes, y el capitán jefe de la compañía. Entre las diligencias realizadas, se incluyó una ficha antropométrica de cada uno de ellos, que incluía complexión y lateralidad (si eran zurdos o diestros) y el análisis de la posición que cada uno ocupaba durante la reconstrucción de los hechos. Sin embargo, el punto culminante lo aporta el análisis balístico, que permite confirmar que el proyectil que causó la muerte del joven mallorquín salió de un fusil en concreto, catalogado como el 70330. Era el asignado al sargento de su pelotón.
El análisis, realizado por los especialistas del Departamento de Balística adscrito al Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil de Alicante, partió de cinco fragmentos en los que se dividió el proyectil que causó la muerte de Alejandro Jiménez. Estas muestras, catalogadas con los números del 1 al 5, fueron cotejadas minuciosamente con los proyectiles disparados por dieciséis armas, catorce fusiles y dos ametralladoras, que portaban los miembros de los dos pelotones que participaban en el ejercicio en el que murió el joven. Todas estas armas están también numeradas, y cada una estaba asignada a uno de los militares.
Los expertos de balística detallan en su informe que cuatro de los cinco fragmentos del proyectil que causó la muerte a Alejandro Jiménez no se pueden comparar debido a su pequeño tamaño, su deformidad o porque no presentan señales individuales. La clave está en el fragmento etiquetado como número 2, que presentaba unas estrías definidas, comparables a las huellas dactilares humanas. Estas marcas resultaron idénticas a los proyectiles disparados con el fusil catalogado con el número de identificación 70330. Los expertos lo consideran una prueba inequívoca. Es el que estaba asignado al sargento del pelotón de Alejandro Jiménez Cruz.
Nuevas pruebas científicas se centraron en determinar si se trató de un disparo directo o un rebote. Los especialistas tuvieron en cuenta las características tanto del arma como de los proyectiles, así como la trayectoria que siguió la bala que causó la muerte al joven legionario. Los analistas realizaron diversas pruebas en el campo de tiro de Agost y confirmaron que la munición utilizada se fragmenta en cuanto impacta contra un cuerpo. De tratarse de un rebote, Alejandro habría sido alcanzado por una esquirla, no por un proyectil entero, que se dividió después de alcanzarle.
«Guardia baja»
Los analistas descubrieron una marca en la culata del fusil de Alejandro. El proyectil rozó el arma del joven antes de alcanzarle. Un estudio del ángulo determinó que el joven ese encontraba en posición de «guardia baja», con la rodilla en tierra y su fusil apuntando al suelo, cuando fue herido mortalmente. El disparó se hizo desde una distancia de 16,5 metros y en un punto ligeramente más bajo, con una trayectoria ascendente.
Las conclusiones de este nuevo estudio de balística son también contundentes. «El fusil con el número de identificación 70330 se encuentra en eficaz estado de funcionamiento, aunque presenta deficiencias que solo le permite disparar en tiro semiautomático», es decir, tiro a tiro. «El disparo que provocó el fallecimiento de Alejandro Jiménez fue fruto de un disparo directo y no de un rebote». Por último, se aprecia «una discrepancia en la posición del tirador con respecto a los casquillos recogidos, que implica que o bien la posición del tirador no es la correcta o los casquillos han sido modificados de lugar».
Llegados a este punto, los investigadores de la Guardia Civil toman una nueva declaración al sargento del pelotón de Alejandro Jiménez, la tercera , y se le informa del resultado del informe. El suboficial niega una y otra vez que fuera el autor del disparo que causó la muerte del legionario. Admite que disparó durante el ejercicio, aunque no llegó a consumir un cargador entero. «No entiendo el resultado del informe de balística», manifestó. «Yo no fui».
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