[align=justify]Saludos cordiales, dejo aquí otro de mis relatos, para el que quiera leer un ratito corto. Este lo he titulado "Nada nos importa el frío", Un abrazo.
NADA NOS IMPORTA EL FRÍO
El frío se hacía insoportable, pero que era aquello comparado con el frío y los pesares que habían padecido en la travesía del Lago Ilmen en aquel frío enero del año 1942. A fin de cuentas, al menos allí estaban calentitos, los “ruskis” todos los días los estaban deleitando con fuego de artillería, de carros de combate, y regalos personales de granadas y balas por doquier.
Pero que importaba todo ello, se estaba para lo que se estaba allí, que era rescatar a los alemanes de la bolsa en la que habían caído, y se había encomendado a ellos, a la Compañía de Esquiadores, pero sobre todo aguantar y demostrar como son los españoles.
-¿Cuántos vienen?- Se oyó tras una endeble pared. – Todos los que hemos echado hace un rato más unos 1000 más…jajaja…- Respondía José, Sargento de esquiadores, buen español, y hombre de oficio.
-Y no se dan por vencidos…, y mira que les estamos dando…- decía otro “guripa”, parapetado tras unos sacos y unos tristes muebles en un lateral de una casa en la calle de aquel maldito “Bol.U”. De pronto volvieron los disparos, las explosiones, todavía lejanas, no llegaban a la entrada del pueblo, pero se acercaban.
El Cabo Amador vio desde su posición que un nutrido grupo de rusos avanzaba por un flanco, a pesar del camuflaje invernal, esos espectros blancos se dejaban ver entre la mortecina nieve y el intenso frio. – Atención a la derecha, que vienen muchos…Ramón ¡¡la máquina!! Trae aquí la Mg… y que Gregorio traiga algún tambor con cintas- Dijo sin mucho énfasis.
Y de pronto cesó la artillería. –Se habrán cansado de despellejar a los suyos, porque anda que con la puntería que gastan sus artilleros, nos están facilitando el tajo a nosotros- Dijo otro.
Un estruendo que les era conocido amenazaba a la entrada del pueblo… -¡¡Tanques!!... vuelven otra vez con tanques…¡¡Traer algún Panzerfaust!!- Dijo el Sargento mientras miraba a sus 6 guripas con cierta pena. De los 16 con los que entró en el pueblo, incluidos cuatro letones agregados, ya solo quedaban 6 y él. Las instrucciones del Capitán fueron claras, el General quiere que se aguante y demuestre cuánto valen los españoles y cuanto vale la División.
Comenzaron a silbar las primeras balas, y el carro de combate rugió por sus motores y por su boca de fuego. Fue un tiro al azar, no sabían dónde estaban los españoles, pero andaban resueltos a demoler todo el pueblo de Bol.U si fuera preciso, para expulsarlos. Cosa que los guripas no tenían intención, mientras no se dijera otra cosa por parte del Mando.
El Cabo Santiago junto con Pedro, un soldado de primera, navarro, requeté y veterano de muchos lances, se acercaron a una casa septentrional con dos Panzerfaust. El carro era un BT-7, la cosa estaba hecha, ese carro se iba a desmontar en menos que canta un gallo.
-Gracias a Dios que no es un T-34 –Dijo Pedro. El Cabo lo miró con risa maliciosa y le respondió – Calla y apunta bien, no vaya a ser que la soberbia nos haga hoy irnos de viaje con tu tocayo allá en el cielo-. Pedro sonrió para sus adentros, tal vez el Cabo debería saber que el navarro, llevaba cosidas en su hombro 3 cintas emblema de destrucción de carros de plata. Pero no era momento de andarse con pavonadas, había que apañar y rápido la osadía de los rusos que andaban resueltos y muy envalentonados al parapeto del carro de combate.
Pedro esperó a tener el carro más cerca, sabía que los BT-7 sólo eran coches con cadenas con blindaje antibala, así que el lanzagranadas Panzerfaust le iba hacer un buen roto. Apuntó con calma a la torre, que era alta y endeble, respiró varias veces, y cuando ya estuvo seguro del blanco, apretó el disparador.
Una gran explosión desmembró el carro de combate soviético, la torre saltó por los aires, junto con el sirviente del cañón y algo que debió ser el cargador. La barcaza echaba fuego, pero eso fue todo. El Cabo apuntaba con su PPSH-41 del 7,62mm que había capturado hacía unos días a un ruso que ya no lo iba a emplear. Y en un instante descubrió a toda una sección de rusos que avanzaba tras el carro, y tras la explosión se habían tirado cuerpo a tierra.
-Ya os veo… os vais a enterar- Pensó el Cabo, y se echó mano a la cadera sin perder de vista a los rusos que permanecían todavía cuerpo a tierra, esperando descubrir de donde o por donde venían los fastos. Encontró sujetas a su cinto, dos granadas de palo M-24, las sacó, dejó el subfusil apoyado, y miró a Pedro a la vez que le tendía una de las granadas.
Ambos las cogieron, quitaron el seguro de las granadas, y al unísono las lanzaron en dirección a los rusos tumbados. Aguantaron el tiempo justo en sus manos, para que cuando las granadas llegaron a la altura de los rusos, estas explosionasen y no hubiera tiempo de reacción por parte del enemigo. ¡¡¡Bum!!! ¡¡¡Bum!!!, dos explosiones simultáneas y la primera línea de aquella sección de esquiadores rusos se fue al cielo. Sin dudar, tanto el Cabo como el Soldado de primera, saltaron de su posición y se dirigieron hacia el carro inutilizado, mientras con muy buen tiento, ametrallaban a los rusos que todavía no habían reaccionado.
El primero en llegar a los restos del carro de combate fue Pedro, que enseguida cogió de su zurrón una granada de mano, otra M-24 de palo y la lanzó contra los rusos, que algunos los más retrasados ya se blandían en retirada. La explosión cogió a muchos entre el suelo y la carrera de retirada, por lo que los efectos fueron más mortíferos entre los que se estaban levantando.
El Cabo avanzó por un costado del carro que seguía en llamas, y disparó y disparó contra todo bulto que estaba tumbado, sentado o corriendo en ese camino de entrada al pueblo. Pedro lanzó la última de sus granadas, alcanzando a 5 ó 6 rusos que andaban reaccionando ante aquel empuje. Y una vez visto el resultado de la sorpresa, avanzaron un poco tirando a todo ser animado que encontraban en sus líneas de tiro.
Todo fue rápido, sólo se oía algún lamento, algún grito de los heridos y como no estaban allí para otras florituras, Santiago el Cabo, miró a los rusos más cercanos, buscaba munición para su PPSH-41, encontró en un cadáver dos cargadores que asomaban, y se los metió en su bolsa. Cogió alguna granada rusa, y una pistola que podía venir bastante bien en un mal aprieto.
Pedro por su parte, hizo lo propio echándose a la bolsa unas cuantas granadas rusas, y unos cargadores de PPSH-41, para abastecer su arma que al igual que el Cabo, hacía ya unos días que la había adquirido como parte de su arsenal.
Realizada la operación, decidieron retirarse a posiciones más retrasadas, los rusos no tardarían en volver, y algo más enfadados, porque era la tercera vez en el día, que les habían dejado fríos a un par de secciones de esquiadores de la madre Rusia, y habían mandado al infierno a 3 carros de combate.
En otro lado de aquel pueblo, el Cabo Amador junto con dos sirvientes de ametralladora, ya había comenzado a batir el flanco por el cual, entraban al menos dos secciones de rusos. La MG-34 escupía fuego a buen ritmo, tanto como el ritmo que llevaban los rusos en caer inertes bajo la nieve. Los dos sirvientes de la ametralladora eran hábiles y eficaces. Amador apoyaba disparando con su MP40.
Bajaban de una ladera, y pronto al verse frenados por la mordaz puntería de la ametralladora, los rusos comenzaron desde arriba de la ladera, a batir el sector donde estaba la ametralladora y el Cabo Amador. Tocaba largarse de allí o los iban a dejar servidos en cuanto menos se dieran cuenta.
-¡¡Ramón!! Venga, recogemos y nos vamos de aquí que nos van a dar al final- Gritó el Cabo. Los sirvientes de la ametralladora, soltaron una última ráfaga que dejó a 4 rusos servidos, y levantaron campo.
Salieron de aquella improvisada posición, y se dirigieron a una casa que ofrecía buena vista de la ladera, más flanqueada y menos expuesta. –Ramón, este es un buen lugar, vamos a quedarnos aquí, y los que bajen a darles duro. Yo me voy a subir a esa zona de árboles, a ver si puedo desde allí tirar a los de la loma- Indicó el Cabo, y Ramón y Gregorio asintieron a la vez que ya habían tomado posición, habían dejado los pertrechos y municiones a mano, y se disponían a seguir con la faena.
El Cabo Amador se dirigió a un pequeño grupo de árboles, que quedaba sobre el flanco izquierdo de los rusos, algo más bajo que la loma, pero que ofrecía una buena panorámica del campo de batalla.
La ametralladora comenzaba a disparar, y el Cabo pudo ver como en la loma comenzaban aparecer muchos rusos, demasiados para frenarlos con una sola máquina. Y por mucho que él pudiera batir la cresta de la loma, seguramente lo iban a localizar y devolverle los cambios por su osadía.
-Amador es mejor que bajes a ver al Sargento, a ver si es posible con un puñado de guripas, desde el flanco darles un buen escarmiento, mientras andan entretenidos con los de la Mg-34- Pensó el Cabo, y con ese pensamiento en caliente, se bajó hasta la posición del Sargento.
-Mi sargento, tenemos problemas en mi lado. Vienen muchos rusos y tengo a Ramón y Gregorio, los de la MG muy ocupados, lo malo es que si lanzan un asalto, nos van a copar. Pero me he dado cuenta que desde su flanco izquierdo, son vulnerables, porque andan distraídos con los guripas de la MG- Dijo el Cabo al Sargento sin mayores preámbulos.
-¡¡Frio eh!!..., vamos Amador no me jodas, que somos media docena…. – Respondió el Sargento. José, Sargento de Infantería, natural de Burgos, hecho al frío y a las durezas de la vida en la milicia, veterano de la guerra civil desde los primeros días, metió unos dedos por el cuello de su uniforme, y tocó el fieltro de la guerra, y la camisa…, esa camisa azul que les habían prohibido llevar, pero que todos los voluntarios llevaban como símbolo de su naturaleza y su pasión.
Recordó arengas, la de Serrano Suñer y las de otros…”Rusia es culpable…vamos a devolver la visita….sois los mejores de esta nación…la historia se escribirá con sangre…”. Se rascó la cabeza y pensó –José…aquí no hay otra cosa que hacer que frenar a los ruskis, por arriba o por abajo, al final nos van a mandar con San Pedro, así que mejor elegir la manera de ir con el Santo, que no esperar a que nos den muerte como ellos quieran o se les ocurra…-
Miró al Cabo y le dijo, -Yo me quedó aquí por si las moscas vuelven por el camino central, que Pedro y Santiago, te acompañen, súbete a Ramón y a su compinche también, y yo voy a poner con una automática al Soldado Sánchez, el de Transmisiones, para que siga abriendo fuego y entretener a los rusos. Ya puedes rezar para que todos los que tengan que venir, estén allí, porque como les dé por atacar por los cuatro costados, estamos apañados-
El Cabo Amador se dirigió hacia las posiciones de sus compañeros y se los fue llevando tras él, urdiendo el plan que había propuesto. Los 5 guripas armados hasta los dientes con todo lo que tenían, se fueron acercando al flanco izquierdo de los rusos, bajo la cobertura de los árboles y algunos montículos de nieve. El Soldado de Transmisiones se dispuso hacer su papel, y con otra Mg-32 el sólo comenzó a batir la loma, con ráfagas cortas, controladas, sin otra intención de decirles a los rusos que allí seguían los españoles esperándolos. La Escuadra de circunstancias del Cabo Amador, se fue desplegando. En el punto más alto y retrasado, colocó a los de la ametralladora, y él, junto con el binomio de Pedro y Santiago, con sus PPSH-41 se desplegaron a unos 50 metros de los rusos, dispersos y ocultos, y preparados para darles la bienvenida. Habían convenido que el fuego lo iniciara la ametralladora, para propiciar que los rusos se envalentonarán y lanzarán algún tipo de movimiento para neutralizarla, eso sí, tenían que cruzar una vaguada nevada y escarpada como paso obligatorio, o dar un rodeo de casi 4 km que no parecía la mejor opción.
La ametralladora comenzó a disparar, y comenzó a causar muchas bajas, las primeras ráfagas pillaron por sorpresa a la gran multitud de rusos que había concentrada en esa loma. Cuando tomaron conciencia del ataque, y tal y como había previsto Amador, un par de pelotones se lanzaron como perros de presa, a por la ametralladora que los batía.
Algunos de los de la loma, decidieron lanzarse hacia el lado del pueblo, despreciando que les estaba esperando por un lado la ametralladora que disparaba Sánchez, y por otro lado las granadas de mano que estaba empezando a soltar el Sargento frenando cualquier intento de entrada al pueblo por ese flanco.
Los dos pelotones de rusos avanzaron rápidamente hasta que llegaron a la vaguada, vacilaron, no lo tenían claro, pero el ¡¡Tac..Tac..Tac..Tac..!!, de la MG-32 los convenció, y se dispusieron a descender. Justo al punto en el que Amador los quería. Todos habían colocado granadas en el suelo, preparadas y ordenadas, seguían agazapados y esperando el momento propicio.
Se miraban entre ellos, sonreían y no por el frío, o para engañar al miedo, sonreían porque sabían que una vez más, los ruskis se iban a desesperar ante la suprema impertinencia de esos soldados desarrapados, pequeñitos, morenos, de mirada vidriosa, y muy mala leche, que formaban la 250 División de Voluntarios Españoles de la Wehrmatch, batiéndose en el gélido frente del Wolchow.
Y volaron las granadas…..[/align]
_________________ Se parco en palabras, que tus hechos hablen por ti
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