Mantiene el estratega chino Sun Tzu en su manual El arte de la guerra que las batallas se ganan por los espías. Según sus enseñanzas, hay que utilizar agentes secretos para reunir información valiosa sobre el enemigo que permita mantener siempre una ventaja sobre él. “La información es fundamental para ejercer el poder pero, así como usted espía a los demás, debe saber que los demás lo espiarán a usted”. Razona Sun Tzu con acierto. En España desde hace 30 años disponemos de un servicio secreto que surgió paralelamente con las primeras elecciones democráticas. En 1977 el Gobierno de Adolfo Suárez creó el Centro Superior de Información de la Defensa (Cesid), que en mayo de 2002, en el último gobierno de José María Aznar, se transformó en Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Por primera vez, además, se hacía cargo de él un civil, el diplomático Jorge Dezcallar. En esas tres décadas, el espionaje español, en contra de las advertencias del pensador oriental, se ha movido más entre luces que entre sombras. Durante mucho tiempo, los servicios de inteligencia ocuparon las primeras páginas de los periódicos al verse envueltos en escándalos políticos. Primero, el intento de golpe de Estado de Tejero el 23 de febrero de 1981; después, por el caso de las escuchas ilegales y los documentos secretos de los GAL y, por último, por su nefasto papel en la investigación sobre los islamistas fundamentalistas del 11-M.
Pero, al margen de esos escándalos, hay que reconocer que la mayoría de los funcionarios de los servicios secretos han desempeñado una labor callada y eficaz: desde importantísimas operaciones antiterrorista en el sur de Francia hasta misiones internacionales para sus aliados en Libia o Centroamérica. Ahora que Gadafi ha visitado España y que han transcurrido más de 20 años de los enfrentamientos militares entre los ejércitos norteamericanos y libios en el golfo de Sirta, ya se puede contar que un grupo de agentes del Cesid balizaron algunos puntos estratégicos del país africano para guiar a los cazas estadounidenses.
El teniente general Alonso Manglano, que fue director del Cesid entre 1981 y 1995, modernizó y democratizó los servicios secretos después del fracasado golpe del 23-F. Los hombres de Manglano, bajo las órdenes del coronel Perote –que escribe un artículo en el dossier que publicamos esta semana–, impidieron la consolidación de un segundo golpe previsto para el 27 de octubre de 1982, jornada de reflexión de las primeras elecciones que ganó el PSOE.
En ese especial sobre los 30 años del Cesid/ CNI también hemos conseguido en exclusiva un artículo del general Andrés Cassinello, quien fuera el último director del Seced, los servicios secretos creados por Carrero Blanco que dieron paso al Cesid en 1977. Cassinello, que colaboró para alcanzar esa nueva etapa democrática, es quizá el español que más sabe sobre el espionaje en la Transición.
Sun Tzu mantiene en su libro que existen cinco clases de espías: el nativo, contratado entre los habitantes de una localidad; el interno, captado entre los funcionarios del enemigo; el agente doble comprado entre los espías del contrario; los liquidables, quienes transmiten datos falsos al enemigo, y los flotantes, los que regresan al cuartel general para proporcionar información. En estos treinta años de Cesid/CNI he conocido a espías de todas estas categorías que entregaron su vida al Estado y que pusieron por encima de la razón de Estado el estado de la razón. Después han sido tratados de diferentes suertes. El estratega chino destaca que si no se trata bien a los espías pueden convertirse en renegados y colaboradores del enemigo. Esta predicción la hizo hace 300 años antes de Cristo, pero en España tenemos ejemplos recientes que lo corroboran.
http://www.interviu.es/default.asp?idpu ... 8&h=071119